domingo, 16 de agosto de 2009

44) Los peligros de la noche



LOS PELIGROS DE LA NOCHE

En la guerra de posiciones, o guerra de trincheras, pueden pasar meses, incluso la contienda entera, sin que se produzcan operaciones militares de importancia. Los soldados de uno y otro bando permanecen en sus posiciones vigilando al enemigo, mejorando las fortificaciones, hostigándose mutuamente con fuego de fusilería, de morteros, de ametralladoras…

Los días pasan monótonos y aburridos. Una monotonía peligrosa, un aburrimiento en tensión permanente. En las primeras líneas no caben los descuidos ni las imprudencias. Un simple despiste, una bajada de guardia y el resultado puede ser mortal. La rutina es uno de los peores enemigos. Con frecuencia hay bajas por efecto de los francotiradores, del fuego de la artillería y los morteros, por las balas perdidas, etc.

En el fondo de una trinchera o en el interior de un fortín las horas pasan lentamente. Calor abrasador en verano, frío helador en invierno, barro y humedad cuando las lluvias descargan sobre las posiciones. Incomodidad permanente, parásitos y carencias de todo tipo.

Para combatir todos estos problemas es importante mantener a la tropa ocupada. Los Mandos mostrarán una especial preocupación porque sus soldados se mantengan lo más activos posible. El mantenimiento y ampliación de las defensas y fortificaciones, los entrenamientos y la instrucción, formarán parte de la vida cotidiana de las fuerzas que cubren posiciones en el frente.

Pero como una guerra es una guerra (y no un campamento de verano), las fuerzas de primera línea, de manera cotidiana, deben de realizar diferentes acciones de combate. Como se recoge en unas “Normas para la instrucción y preparación de nuestras tropas para la ofensiva”, de la 30 Brigada Mixta republicana, fechadas en junio de 1937:

“La actuación defensiva de las tropas no lleva consigo la inactividad. Es preciso mantener la acometividad de espíritu ofensivo de nuestra tropas para lo cual ha de transformarse la defensiva pasiva de hoy, en defensiva agresiva mediante el estudio, preparación y ejecución de golpes de mano”.

Por golpes de mano debemos de entender pequeñas acciones de tipo comando o guerrilla, mediante las cuales, un pequeño grupo de soldados (normalmente una escuadra, es decir: tres o cuatro soldados mandados por un cabo) se adentran en las líneas enemigas para recabar información, realizar sabotajes, capturar prisioneros, causar bajas o hacerse con armamento y munición del contrario. Estas acciones han de ser rápidas y contundentes, regresando a los puntos de partida antes de que el enemigo tenga tiempo de reaccionar.

En ciertas ocasiones los Mandos pueden considerar necesario realizar acciones más complejas, normalmente encaminadas a apoderarse de un puesto enemigo o a lograr avanzar las líneas propias ocupando posiciones estratégicas. En estos casos (conocidos en la terminología militar como “Operaciones Locales”) se requiere un estudio serio y una preparación más compleja de la acción. En ella participan más número de tropas (una o varias secciones, constituidas por unos 35 hombres, al mando de un teniente) y suele contar con apoyo artillero.

El puesto enemigo es atacado, muchas veces utilizando minas: galerías subterráneas que se excavan desde las líneas propias hasta situarse debajo de la posición contraria para colocar potentes cargas explosivas que se hacen estallar en el momento en que el asalto va a dar comienzo. Si la operación tiene éxito, los zapadores comienzan rápidamente a fortificar la nueva posición, que tendrá que aguantar los furiosos contraataques del adversario por recuperar el terreno perdido. Este tipo de acciones son muy frecuentes en la guerra de posiciones y tienen el objetivo de suprimir salientes o entrantes en las líneas de frente y apoderarse de posiciones estratégicas (observatorios, puestos de tiro, etc.).

Diariamente se realizan servicios de descubierta, en los que pequeñas patrullas entran en zona enemiga con el objetivo de explorar y vigilar el entorno. Estas acciones, que normalmente se realizan de noche, aportan una valiosa información sobre la situación del frente. Junto a las descubiertas, el terreno es vigilado desde los observatorios ocultos en alturas con buena visibilidad, y por el vuelo puntual de los aviones que sobrevuelan las líneas enemigas.

La oscuridad de la noche (en la que está prohibido encender luces que puedan dar pistas al enemigo) interrumpe el trabajo de los observatorios. De esta manera, este espacio de tiempo se convierte en uno de los más peligrosos, pues resulta casi imposible ver los movimientos del adversario. Cualquiera de nosotros que en alguna ocasión se haya alejado de la contaminación lumínica de las ciudades, ha podido comprobar el mar de absoluta oscuridad y tinieblas que rodea todo en una noche cerrada. No en balde, será la noche el momento en el que, normalmente, se realicen los golpes de mano y se inicien los ataques.

Para minimizar en lo posible los problemas que causa la noche, las tropas de primera línea organizan rondas nocturnas y establecen lo que se conoce como “puestos de escucha”. Estos puestos consisten en lugares situados lo más cerca posible de las líneas enemigas que, por la noche y en el más absoluto secreto, son ocupados por soldados que permanecen atentos a todo sonido sospechoso para dar la alarma en caso de necesidad. Se trata de algo muy peligros, porque el soldado, para llamar lo menos posible la atención, permanece solo a muy pocos metros del enemigo, escuchando las conversaciones y de más ruidos que éste produce.

Solo, en la tierra de nadie o dentro de las líneas enemigas, armado con un fusil y varias bombas de mano, en medio de la oscuridad, muy cerca del peligro, manteniendo un silencio total para no ser descubierto.

Como podemos imaginar, el adversario intentaba dar con los puestos de escucha del enemigo y eliminarlos. Así, muchas noches, de las trincheras salían pequeños grupos a “la caza del hombre”. El principal objetivo consistía en localizar a los escuchas y hacerlos prisioneros para llevarlos a las líneas propias e interrogarlos sobre todos los datos que pudieran resultar de interés (número de hombres con los que cuenta el enemigo, ubicación de los polvorines, depósitos y observatorios, tipo de armamento del que dispone, etc.).

No resulta del todo difícil imaginar los violentos episodios que este tipo de acciones debían de producir. En medio de las tinieblas, una pequeña señal delata la posición de un escucha que, solitario, permanece agazapado en su escondite (una simple ondulación del terreno, unos matorrales, o algo por el estilo). Si le da tiempo a reaccionar, su lucha es desesperada. Alejado de sus líneas, uno contra siete u ocho contrincantes y sabiendo lo que le espera si es hecho prisionero. Todo ello envuelto en el oscuro manto nocturno.

En la documentación de uno y otro ejército abundan las órdenes y los informes sobre este tipo de operaciones. A modo de ejemplo podemos fijarnos en un documento de la 10ª División republicana fechado el 18 de mayo de 1938. La acción se desarrolla en el sector de Villanueva del Pardillo, en una zona del Arroyo Palacios muy próxima a las posiciones franquistas de Mocha Chica. Aunque en dicho informe aparecen nombres y apellidos aquí, por respeto, no los reproduciremos.

"INFORME DE LA OPERACIÓN REALIZADA EN LA NOCHE DEL 17 DE MAYO DE 1938 PARA LA CAZA DE ESCUCHAS ENEMIGOS:

En virtud de la Orden de operaciones recibida de la División, con fecha 14 del actual, se ha llevado a la práctica una pequeña Operación por la Sección de Especialidades de esta Brigada al mando del Sargento Don. X, acompañados del teniente del SIEP (Servicio de Información Especial Periférico) de la División, Don. Y, habiéndose desarrollado y obtenido los siguientes resultados:

DESARROLLO: A las 22:30 h del día 17, un pelotón (unos 6 u 8 hombres) de la Sección de Especialidades, con los mandos antes expresados, se puso en marcha por el cauce del Arroyo Palacios con dirección a las posiciones enemigas, al objeto de aprisionar y traer algún escucha enemigo (…)

RESULTADO: Infiltrado el pelotón de nuestras fuerzas en campo enemigo, descubrieron a un escucha del que trataron de apoderarse, entablándose lucha y a las voces de éste acudieron un sargento, un cabo y otro soldado que efectuaban servicio de ronda y mientras que parte de nuestras fuerzas intentaban hacer prisionero al escucha y traerlo a nuestro campo, sin conseguirlo porque al morder a un soldado nuestro consiguió escaparse por lo que hubo de ser muerto, el resto de nuestros soldados intimó a que se rindieran al sargento y sus acompañantes, siendo agredidos por éstos, por cuyo motivo nuestras fuerzas repelieron la agresión y, a pesar de intentar hacerlos prisioneros, se vieron precisados a darles muerte y replegarse a nuestras líneas por observar que acudían más fuerzas en ayuda del enemigo (…) "


Antes de retirarse, el comando se apoderó del armamento y de la documentación de los caídos: fusiles Mauser, pistola Astra, varias bombas de mano, chapas de identidad, cartera con dinero, cartas particulares, carnets, emblemas y condecoración de Falange Española de las J.O.N.S, varias fotografías y un escapulario.

Multitud de acciones como ésta, con variado resultado, se repitieron por toda la línea de frente a lo largo de los tres años de guerra civil. Más allá de las grandes operaciones militares y de las emblemáticas batallas de las que todas y todos hemos oído hablar, la contienda estuvo plagada de dramáticas situaciones cotidianas. Un sinfín de episodios violentos, crueles y desesperados en los que los hombres se buscaban para capturarse, para herirse, para matarse. Una lucha sangrienta y feroz por defender o conquistar pequeños palmos de terreno.

Hoy en día, al visitar los restos que aun perduran de las líneas de frente, no puedo dejar de pensar en todo esto. Pienso en aquellos hombres que aquí estuvieron. Pienso en sus experiencias, en sus sentimientos, en su valor y en su miedo. Observo el paisaje que me rodea y por mi imaginación comienzan a desfilar escenas de un tiempo que, afortunadamente, no tuve que vivir. La tarde, en silencio, cae por el horizonte, y el absurdo y la locura que supone una guerra se me manifiesta con toda su crudeza.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía: Soldados republicanos en servicio de descubierta (Archivo Rojo. AHN). Al ver esta imagen me pregunto ¿van o vienen de la operación? No lo sé, pero desde luego sus rostros resultan reveladores sobre la dureza de este tipo de acciones.

Documentación procedente del AGMA

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