viernes, 30 de octubre de 2009

55) De desorganización, espantadas y rivalidades


DE DESORGANIZACIÓN, ESPANTADAS Y RIVALIDADES

La última etapa de la batalla de la carretera de La Coruña (iniciada el 3 de enero de 1937) fue un completo caos en el bando republicano. La potente ofensiva franquista fue barriendo todas las resistencias colocadas a su paso, resultando cada vez más difícil establecer nuevas líneas de resistencia. En muchos momentos, la desorganización entre las fuerzas de la defensa fue total. No existían enlaces adecuados, las unidades operaban dispersas, sin conexión entre ellas, las retiradas incontroladas, conocidas como “espantadas”, se fueron generalizando por todo el frente, la munición comenzó a escasear y las órdenes de los mandos, con frecuencia, no eran cumplidas por nadie.

Se entró así en un momento crítico para los defensores de Madrid. El enemigo se encontraba a las puertas de la ciudad, había alcanzado la carretera de La Coruña, ocupando un gran número de pueblos, y amenazaba seriamente a la capital por el norte y el noroeste.

Sobre el terreno, los restos de unidades republicanas deambulaban confusas y desorientadas. Grupos de milicianos en retirada se cruzaban con otros que acudían a cubrir posiciones. En los caminos que conducían a Madrid se mezclaban heridos, cadáveres, evadidos… con vehículos averiados y armamento abandonado. El aire era surcado por continuas ráfagas de fusilería y por mortíferos proyectiles artilleros que estallaban aquí y allá provocando terribles lluvias de metralla.

Con la caída de Pozuelo, el día 7 de enero, y de Aravaca, el día 8, las columnas atacantes alcanzan el Cerro del Águila y la Cuesta de las Perdices, donde, a pesar de chaqueteos y espantadas, encontraran una tenaz resistencia. Se envían refuerzos para cerrar la brecha y tras horas de crudos combates, las tropas de choque franquistas, exhaustas, se ven obligadas a detener la ofensiva.

Fueron días duros y confusos entre los defensores de Madrid. Junto a episodios de valor y coraje, se desarrollaron otros de auténtico pavor y miedo. El temor a ser copados por el enemigo provocó numerosas huidas desorganizadas, muchas veces, totalmente injustificadas. El miedo entre la tropa, al igual que el arrojo, se contagia con facilidad y llega a resultar totalmente incontrolable. Sólo la actitud firme de algunos oficiales y jefes de unidades consiguieron, en parte, mitigar esta difícil situación. Existen testimonios de cómo algunos de estos oficiales, ante la espantada alocada de sus tropas, decidieron hacer uso de sus pistolas o revólveres para obligar a sus hombres a ocupar las posiciones abandonadas. Más de uno disparó mortalmente contra los que huían para que el resto obedecieran y dieran la vuelta.

Al miedo y la desorganización generalizada en las milicias se unió el grave problema de las rivalidades entre las diferentes organizaciones y tendencias políticas. El envío de armas y asesores por parte de la URSS facilitó el ascenso del Partido Comunista, un partido que antes de la guerra podía ser considerado de marginal en España. Los comunistas supieron desarrollar una potente propaganda en beneficio de sus intereses y actuando hábilmente lograron alcanzar un fuerte protagonismo y una clara hegemonía frente al resto de partidos y sindicatos.

Las unidades comunistas eran las mejor armadas entre las milicias, y sin querer desmerecer el valor que mostraron en muchos momentos, lo cierto es que esa superioridad material, junto a una pretendida disciplina y organización, contribuyeron a que se presentasen como el mejor y más eficaz modelo de combatientes. El control y la influencia que los comunistas fueron adquiriendo desde los primeros momentos de la guerra provocaron tensiones graves que en diferentes momentos acabarían en disputas y choques violentos con otros grupos políticos.

En aquellos últimos meses de 1936 y primeros de 1937, cada organización contaba con sus propias unidades de combate. Éstas funcionaban con cierta autonomía, no acatando muchas veces más órdenes que las provenientes de sus respectivos comités. Las rivalidades entre ellas eran evidentes, lo que causó numerosos problemas y momentos verdaderamente críticos.

Sobre las rivalidades, desorganización y espantadas de las milicias durante la batalla de la carretera de La Coruña se ha escrito mucho y contamos con abundantes testimonios. Hoy reproducimos un fragmento de las memorias de Cipriano Mera Sanz, “Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista”:

“Perdidos los pueblos de Boadilla del Monte, Las Rozas y Majadahonda, y en plena desbandada las fuerzas que operaban por aquel sector, el comandante Juan Perea fue designado para reemplazar al general Kléber. Puede afirmarse que en aquellos momentos reinaba allí el caos más completo. Tanto las Brigadas Internacionales como las unidades del Campesino y de Líster, así como las fuerzas del Batallón “España Libre”, de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), retrocedían en desorden, sin que hubiese modo de pararlas y reorganizarlas para cortar el avance enemigo. En el momento más difícil de la defensa de Pozuelo, pusieron al mando de las Milicias al comandante Zulueta, creo que del cuerpo de Aviación, pero nada pudo hacer. Merecería todo esto extensos comentarios, pero me limitaré a señalar que tanto la pérdida de Pozuelo, como la de Aravaca y la Cuesta de las Perdices, no puede atribuirse a ningún militar, sino más bien a la forma de lucha de las Milicias; de cualquier tendencia que fuesen, éstas se comportaban con gran falta de disciplina, sin tener en cuenta para nada las órdenes de los mandos militares. Únicamente dos unidades se distinguieron por su arrojo y cohesión: el 9º Batallón de Milicias Confederales y el Batallón del comandante Perea.

Las patrullas de nuestra Brigada pasaron una semana deteniendo y reuniendo a la gente que tan calamitosamente había retrocedido. Para dar una idea del barullo, señalaré haberse recogido durante esos días entre cinco mil quinientos y seis mil fusiles, los cuales sirvieron para armar convenientemente cinco nuevos batallones confederales, entregando nuestra Brigada el armamento sobrante al Estado Mayor de la Defensa de Madrid. Como he dicho antes, entre las fuerzas “replegadas” se encontraban dos de las más abaladas unidades comunistas. Estas cosas, en la época miliciana, podían ocurrir con cualquier otro sector, y era muy natural. La diferencia está en que todo otro sector, comprendiéndolo, no trataba de explotarlo a fines partidistas. En cambio el Partido Comunista del menor fallo de las demás unidades combatientes hacía sensacionales campañas de escándalo a fin de demostrar que sólo sus jefes militares sabían lo que se traían entre manos. Pues bien, en este lamentable episodio se encontraban las huestes del Campesino, a las cuales les recogimos nada menos que cincuenta ametralladoras y varios fusiles ametralladores. Cuando amainó el temporal, el propio Campesino vino a nuestro puesto de mando y trató de justificarse diciéndome que sus fuerzas no habían corrido, sino que se les había dado la orden de retirarse para ser reorganizadas en Chamartín de la Rosa, por lo cual teníamos que devolverle las armas suyas.

-No quiero discutir- le dije- si ese medio centenar de ametralladoras es tuyo o no. Lo que sostengo es que tus fuerzas, al igual que las demás que han intervenido en este frente, son responsables de la desbandada. Por lo demás, el general Miaja y el teniente coronel Rojo me han ordenado poner patrullas para desarmar a cuantos huían, y lo mismo he hecho con los tuyos que con los otros. Estoy, no obstante, dispuesto a enviar las ametralladoras que reclamas a tu puesto de mando, y ello por dos motivos: el primero porque, sin duda, te hacen falta, y el segundo porque no quiero que se diga que Cipriano Mera, de la CNT, te quita las armas por ser del Partido Comunista. Pero que quede claro que los tuyos han corrido como corzos, y no me digas lo contrario, porque entonces no te devuelvo ni un fusil.

Se calló la boca y aceptó que con nuestros propios transportes le lleváramos las ametralladoras a su puesto de mando.

Debo dejar bien claro que en aquellos momentos difíciles, tanto el comandante Perea como el comandante Zulueta, dieron prueba de altas cualidades militares y se portaron como verdaderos hombres; gracias a ellos fue posible, en plena adversidad, detener al enemigo en el Alto de las Perdices. Perea reveló asimismo ser hombre adecuado para desempañar el mando del sector, cumpliendo en él, como en todos cuantos cargos ejerció durante la guerra, con la mayor lealtad.”

Cipriano Mera había nacido en Madrid, el 4 de noviembre de 1897. Albañil de profesión comenzó militando en el Sindicato de la Edificación de la UGT, de donde sería expulsado por su radicalidad. En los años treinta contribuyó a la organización del Sindicato de la Construcción de la CNT en Madrid, destacándose como uno de los militantes más comprometidos y combativos dentro de la misma. Al producirse el alzamiento militar del 18 de julio de 1936, Cipriano Mera se encuentra encerrado en la Cárcel Modelo de Madrid por formar parte del comité de la huelga que la CNT sostenía desde hacía meses en el sector de la construcción. Es liberado e inmediatamente se pone a disposición de la CNT, colaborando en la derrota de la sublevación en Madrid. Al mando de una columna anarcosindicalista tomará Guadalajara y Cuenca y actuará en la sierra madrileña. Pronto se destaca como uno de los más significativos y eficaces jefes de milicias y en la batalla de la carretera de la Coruña cubrirá uno de los sectores más complicados: el del Puente de San Fernando y la Puerta de Hierro. Con la militarización de las milicias, Cipriano Mera fue nombrado Jefe de la 14 División (constituida en febrero de 1937) actuando destacadamente en batallas como la del Jarama o Guadalajara. En octubre de 1937 tomó el mando del IV Cuerpo de Ejército. En marzo de 1939 apoya al Consejo Nacional de Defensa de Casado, y con sus tropas derrota a los comunistas en Madrid. Tras la guerra sufrirá cárcel y exilio, sin dejar de luchar por las ideas en las que siempre creyó. Murió el 24 de octubre de 1975 en París, siendo enterrado en el cementerio de Boulogne-Billancourt.

El papel que jugó el anarcosindicalismo madrileño durante la guerra civil es poco conocido. Con frecuencia se le ha restado importancia o directamente se ha silenciado. Militantes como Eduardo Val, Teodoro Mora, David Antona, Mauro Bajatierra, Gregorio Gallego, Isabelo Romero, Eduardo de Guzmán o el mismo Cipriano Mera son poco estudiados, quizás como consecuencia de las rivalidades ideológicas de las que hablábamos más arriba, pero no cabe duda de que el movimiento libertario tuvo una importante actuación en Madrid a lo largo de toda la guerra.

“Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista” fue editado en los años setenta por la desaparecida editorial Ruedo Ibérico, por lo que resultaba complicado conseguir un ejemplar. Pero gracias a la nueva edición realizada en 2006, este interesante libro puede encontrase, hoy en día, en cualquier librería.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía: Cipriano Mera en 1937.

jueves, 15 de octubre de 2009

54) Casa Camorra



CASA CAMORRA

A lo largo de los contenidos de este blog hemos querido dejar claro que el frente que se desarrolló en el noroeste de Madrid tras la batalla de la carretera de La Coruña, si bien es cierto que fue un frente estable y con pocas modificaciones hasta el final de la guerra, no fue en absoluto un frente tranquilo o carente de combates.

Las unidades que por él desfilaron protagonizaron diferentes acciones en todo el sector, y en la documentación de la época abundan los datos referidos a golpes de mano, guerra de minas, operaciones locales, acciones de guerrilla, etc. Pequeñas ganancias y pérdidas de terreno que se cobraban numerosas bajas de manera cotidiana.

Hoy recuperamos del olvido una de estas acciones. La que se desarrolló el 27 de agosto de 1938 en la Cuesta de Las Perdices. En esta ocasión, tropas de la 20 División del Ejército franquista desarrollaron un golpe de mano desde la posición “Casa Camorra”, que permitió avanzar las líneas propias varias docenas de metros al lograr desalojar a los republicanos de una serie de construcciones fortificadas.

Como ya se ha señalado en otras ocasiones, el terreno en el que se desarrolló la batalla de la carretera de La Coruña entre finales de noviembre de 1936 y mediados de enero de 1937, no contaba con destacados accidentes geográficos que facilitaran la defensa del mismo. Sin embargo, los republicanos supieron sacar buen provecho del abundante número de construcciones, en su mayoría casas de veraneo y restaurantes de carretera, existentes en la zona. Aunque estos edificios no mantenían una buena conexión entre ellos, sus defensores los fortificaron a conciencia, convirtiéndolos en potentes bastiones defensivos. Sus balcones y ventanas transformadas en bocas de fuego, las aspilleras abiertas en sus muros, las tapias y vallas de sus jardines, terminaron constituyendo un férreo obstáculo para las tropas de choque franquistas.

Los defensores, parapetados en estas casas, ofrecieron una decidida resistencia. La lucha supuso episodios de gran violencia y numerosas bajas. Muchas veces, los edificios eran defendidos hasta la muerte, y en ocasiones, se daba el caso de tener que combatir planta por planta, habitación por habitación. La destrucción lo invadió todo, convirtiendo las construcciones en ruinas, pero la lucha continuó entre los escombros. En algunos puntos el pulso fue tan fuerte e intenso que la separación entre atacantes y defensores llegó a ser de escasísimos metros. En más de una ocasión, se produjo el dramático hecho de que en un mismo edificio, la planta baja era ocupada por los unos, mientras que en las plantas superiores, aislados, seguían resistiendo los defensores.

Terminadas las operaciones del invierno de 1937 en el noroeste de Madrid, cada Ejército comenzó a fortificar su terreno, labor para la cual, además de la construcción de trincheras y fortines, se procedió al aprovechamiento de todos los edificios y ruinas aptas para este fin.

Entre las construcciones convertidas en fortaleza se encontraba un popular restaurante ubicado en la Cuesta de las Perdices, conocido antes de la guerra por el nombre de “Casa Camorra”, nombre que seguirán utilizando los militares para referirse a este punto del frente. El día 9 de enero de 1937, la Cuesta de las Perdices fue escenario de una lucha especialmente dura. Los republicanos quedaron aislados en diferentes casas y, decididos a resistir hasta el final, protagonizaron horas y horas de combates desesperados que se alargaron a lo largo de la noche. Finalmente, uno de los lados de la carretera quedó en poder de los franquistas, mientras que en el otro lado se mantuvieron los republicanos. La separación entre unos y otros era poco más que el ancho de la carretera que, por supuesto, era muchísimo más reducido que en la actualidad (un carril para cada sentido).

El edificio más importante que en este punto quedó en manos de los franquistas fue el ya mencionado restaurante “Casa Camorra”, un gran caserón de dos plantas levantado junto a la carretera, en cuyos gruesos muros se abrían diferentes balcones y ventanas. Convertido en nido de ametralladoras y unido a otras construcciones a través de trincheras se convirtió en uno de los puntos más emblemáticos de la primera línea de fuego al noroeste de la capital.

Como señalábamos más arriba, el 27 de agosto de 1938, tropas de la 20 División del Primer Cuerpo del Ejército Nacional, ubicadas en la posición “Casa Camorra” reciben la orden de cruzar la carretera de La Coruña y desalojar a los republicanos de las construcciones que ocupan al otro lado de la misma. En uno de los Partes de Operaciones de dicha División se hace el siguiente “RELATO DE LOS HECHOS”:

“ A las 15:15 horas del día 27 de agosto de 1938, tres Secciones Ofensivas se lanzaron sobre tres casas ocupadas por el enemigo, junto a la carretera de La Coruña en la Cuesta de las Perdices, desalojándolos de ellas, ocupándolas y haciéndoles muertos, heridos y prisioneros, progresando luego por los ramales de acceso hasta donde lo permitió la fuerza disponible.

Contraatacó al poco el enemigo con un efectivo probable de dos Compañías, siendo rechazado.

A las 22:00 horas, previa preparación artillera, se lanzó al asalto, siendo rechazado.

A las 3:15 horas, se lanzó al asalto, llegó a ocupar una de las casas tomadas, siendo nuevamente desalojado.

El día 28, a las 22 horas, atacó otra vez infructuosamente. Los días 29 al 2 de septiembre siguió batiendo las casas con fuego de mortero y cañón.

Finalmente, el día 3, a las 6:45 horas, hizo una concentración de fuegos de infantería sobre las casas, volando a las 7:00 horas una mina situada bajo la casa de la izquierda y se lanzó al asalto con un efectivo aproximado de tres Compañías, siendo rechazado, consiguiendo mantenerse nuestras tropas sobre los escombros de la casa destruida.”



Como podemos comprobar, muchas veces los golpes de mano alcanzaban unas proporciones muy respetables. Atendiendo a los Partes de Bajas de las tropas franquistas que participaron en la operación (2º Batallón de Toledo, 8º Batallón de San Quintín, 3º Batallón de Pavía, 254º Batallón, y Secciones de Zapadores), las bajas (muertos, heridos y desaparecidos) ascienden a 176. En los mismos informes se afirma haber capturado a 30 prisioneros y encontrado 10 cadáveres enemigos en las casas ocupadas, además de diverso botín (fusiles y fusiles ametralladores básicamente). Otros datos interesantes son los que se refieren a la munición consumida en la operación: 6.000 cartuchos de 6,5 mm; otros 51.000 de 7 mm; 2.000 granadas de mano; 912 granadas de mortero 50 mm; otras 763 de 81 mm; y más de 600 proyectiles artilleros de diversos calibres.

Por su parte, las tropas de Zapadores comienzan su trabajo en el mismo fragor de los combates. Además del acondicionamiento de los nuevos parapetos y la creación de puestos de tiro, se trabaja intensamente en la construcción de túneles por debajo de la carretera de La Coruña para enlazar las vanguardias recién establecidas con su retaguardia, así como en la exploración de los sótanos de las casas ocupadas a la búsqueda de posibles minas enemigas.

El informe se completa con una larga lista de soldados “Distinguidos” y “Muy Distinguidos” por su actuación, valor y espíritu en el combate.

Son muchas las acciones y operaciones de este tipo desarrolladas por uno y otro Ejército en el frente de Madrid a lo largo de toda la guerra. La inmensa mayoría de ellas son desconocidas, permanecen olvidadas en viejos legajos de informes y documentos de la época, o en la memoria de los pocos protagonistas que aun viven. En general, los estudios realizados sobre operaciones militares en la guerra civil se limitan a las grandes batallas (Brunete, Jarama, Guadalajara, El Ebro…), desechando, como poco importante, lo que sucedía en los frentes de batalla al finalizar éstas. Este hecho nos da una visión muy limitada de lo que en realidad fue la contienda española, y nos impide ser conscientes de lo que suponía la guerra de posiciones en los diferentes frentes, una guerra dura y peligrosa, en la que se vieron envueltos miles de combatientes a lo largo de tres años.

El estudio y conocimiento de esa guerra de trincheras es imprescindible para poder comprender y saber interpretar la evolución de los frentes, unos frentes en los que, a pesar de su calificación de “estables”, se combatió constantemente. Unos frentes en cuyas trincheras, parapetos y fortines, los hombres sobrevivieron, sintieron, sufrieron y, muchos de ellos, murieron.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía 1: Instantánea del Restaurante “Casa Camorra” realizada desde posiciones republicanas en enero de 1937, cuando ésta ya había sido ocupada por los franquistas.
Fotografía 2: Croquis que aparece en uno de los Informes de la 20 División Nacional referidos a los combates del 27 de agosto de 1938 en la Cuesta de las Perdices (AGMA).

Documentación procedente del AGMA


LOS INTERESADOS EN ESTE EPISODIO, PUEDEN SEGUIR LEYENDO "CASA CAMORRA (2ª PARTE)"

jueves, 8 de octubre de 2009

53) En el camino


EN EL CAMINO

Libros, fotografías, documentos, mapas, testimonios, revistas, periódicos, películas, archivos, reportajes, canciones, poemas, monumentos, carteles, lugares, personas, fechas, catálogos, armas, divisiones, brigadas, batallones…

Una Historia vivida. Una Historia por descubrir. Una Historia por contar.

La reconstrucción de un Pasado a través de un largo proceso de años. Un constante trabajo por encontrar indicios, seguir pistas, interpretar restos. Un esfuerzo por comprender, por entender cosas que sucedieron hace mucho tiempo.

Atrás quedaron los días infantiles en los que los fortines eran poco más que lugares especiales en los que jugar. Viejos restos de una antigua guerra de la que poco sabíamos. Construcciones misteriosas que transmitían un magnetismo y una atracción especial.

La curiosidad me acompañó siempre. Querer saber, querer entender. ¿Quién construyó esto? ¿Qué sucedió aquí? Muchas preguntas, montones de dudas, pocas respuestas.

Resultaba sugerente imaginar fieros combates, asaltos, bombardeos, tiroteos, cargas a la bayoneta, explosiones… Algo similar a lo que veíamos en las películas, parecido a cuando jugábamos a la guerra.

La realidad resultó ser mucho más sugerente. Dramática, pero atractiva. La Historia superaba cualquier ficción o imaginación que mi mente hubiera podido crear. Y así, poco a poco, fui entendiendo.

No puedo recordar cuando comencé a conocer los detalles de ese Pasado, pero fue pronto. En casa, gracias a mi padre, el interés por la guerra civil siempre estuvo presente. Libros, documentales, películas, artículos, conversaciones… Y así, casi sin darme cuenta, me fui sumergiendo en el descubrimiento de unos años convulsos y agitados que sacudieron a España con tanta fuerza que sus ecos y repercusiones aun se manifiestan hoy en día.

Aquella guerra había tenido uno de sus principales escenarios en el mismo lugar en el que yo había crecido y en el cual vivía, y algunas de sus huellas materiales, supervivientes del naufragio de la Historia, aun eran visibles por los alrededores. Pero las cosas no eran tan sencillas. Los libros daban información, pero ésta, aunque de gran interés, solía resultar genérica y profundizaba poco a la hora de conocer lo sucedió aquí. Exactamente aquí.

Sí, en ellos se hablaba de batallas, de fases de la guerra, de personajes relevantes, de política y organizaciones… pero existían pocos datos que permitiesen relacionar todo eso con los restos que yo iba descubriendo en mi zona. Faltaba información.

Cuando comencé a interesarme en serio por la guerra civil en el noroeste de Madrid, apenas existían estudios específicos sobre la cuestión. A lo sumo se encontraba algún capítulo o apartado dedicado al tema en algún libro o revista, pero esa información siempre resultaba escasa y se digería con cierta facilidad. Sabía a poco.

Ante la escasez de datos, uno tendía a construir interpretaciones y teorías que luego, con el tiempo, se demostraron equivocadas. Pero ya había sido contagiado por el virus del Pasado y no había vuelta atrás. La necesidad de cotidianas dosis de Historia se hizo palpable y, poco a poco, esta adicción fue dando algunos frutos.

Luego, fui encontrando caminos y sendas que permitieron ir encauzando todo esto. Se animó el interés por aquellos tiempos, aparecieron nuevas publicaciones, conocí a personas que compartían inquietudes y pasiones parecidas… Algunas cosas se fueron esclareciendo, aclarando, tomando forma. Esta última etapa de la que hablo es muy reciente, tanto, que aun estoy sumergido en ella, dejándome llevar por los vaivenes de los datos, los hallazgos, las conversaciones, las lecturas…

Archivos, fichas, catálogos… Horas y horas de trabajo de campo, de caminar entre viejas trincheras, de descubrir ruinas y despojos bélicos, de interpretar mapas y fotografías, de adentrarse en la telaraña de los viejos documentos de época, de leer olvidadas crónicas periodísticas… Una inacabable búsqueda, mezcla de sentimiento, inquietud y afición, que permite ir completando las piezas de este enorme rompecabezas.

Sentida y apasionada investigación de un tiempo, unos sucesos y unas gentes que desaparecieron hace décadas y que, en gran medida, permanecen envueltos en las sombras del tiempo y del olvido, a la espera de ser descubiertos y rescatados.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía : "Despojo" bélico encontrado en Villanueva del Pardillo (JMCM)

martes, 6 de octubre de 2009

52) Duelo de blindados





DUELO DE BLINDADOS

(Información procedente de: Salas Larrazabal, R. “Hª del Ejército Popular de la República”, La Esfera de los Libros, Madrid, 2006. //Manrique García, J. M. y Molina Franco, L. “Las armas de la guerra civil española”, La Esfera de los Libros, Madrid, 2006. //“Blindados autóctonos en la guerra civil española”, Mata Duaso, J. M y Marín Gutiérrez, F. Galland Books, Valladolid, 2008. //Mazarrasa, J. “Los carros de combate en la guerra de España. 1936-1939” Quirón Editores)


La Guerra Civil supuso el contexto idóneo en el que probar y desarrollar diferentes experiencias que hasta la fecha no se habían practicado o se habían practicado muy poco. Encontramos interesantes ejemplos en campos tales como la medicina, el periodismo, la propaganda, etc.

Sin ninguna duda, fue en los aspectos bélicos en donde se produjeron las mayores novedades. Preámbulo de la Segunda Guerra Mundial, la contienda desarrollada en España supuso un laboratorio ideal para probar nuevas armas y experimentar técnicas y estrategias novedosas:

El primer puente aéreo de la Historia, que sirvió para que el Ejército de África, con aviones proporcionados por Alemania e Italia, pudiera sortear el bloque impuesto por la Armada republicana en el Estrecho de Gibraltar; los bombardeos masivos contra la población civil, encaminados a minar la moral de la retaguardia; las primeras experiencias de lo que años más tarde se conocería como Blitzkrieg (“guerra relámpago”), con la que se intentaba sacar el mayor provecho ofensivo de los medios aéreos y mecánicos; o la utilización de nuevas armas e ingenios militares, son algunos buenos ejemplos

El uso masivo de carros de combate fue una de estas novedades. Este arma había aparecido por sorpresa durante la Primera Guerra Mundial. Sus inventores fueron los ingleses que, para mantenerlo en secreto, confiaron la construcción de sus diferentes elementos a distintos fabricantes. Una vez montados, para pasar desapercibidos a los ojos del enemigo, los blindados fueron trasladados como si se tratasen de tanques de agua, de donde procede su denominación más popular: tanques.

La primera acción bélica en la que se intentó el uso de carros de combate se produjo en julio de 1916, en la sangrienta batalla del Somme (norte de Francia), pero la experiencia fue muy limitada a causa del abundante barro. Sería en la batalla de Cambrai (también al norte de Francia), desarrollada entre el 20 de noviembre y el 17 de diciembre de 1917, donde un contingente de ellos (360 tanques) desbordó fulgurantemente la Línea Hindemburg (un vasto sistema defensivo con unos 160 kilómetros de trincheras, fortines de cemento y alambradas de espino), permitiendo a los atacantes un avance de unos 8 kilómetros de profundidad en algunos puntos.

El resto de países (Francia, Alemania, EEUU, la URSS, Italia…) tomaron buena nota de la nueva máquina de guerra y pronto comenzaron a desarrollar prototipos propios. Estos primeros modelos consistían en auténticos monstruos mecánicos, muy pesados y lentos, cuyo uso poco más que consistía en apoyar a la infantería en su avance.

El primer carro de combate que adquirió el Ejército Español fue el Renault FT -17 (Renault Faible Tonnage 1917). Finalizada la Primera Guerra Mundial y tras varias gestiones diplomáticas, el gobierno francés accedió a vender a España excedentes de este modelo. De esta manera, el 23 de junio de 1919 llegaba a España el primer ejemplar. Los buenos resultados obtenidos en las numerosas pruebas a las que fue sometido por el Ejército español animaron a las autoridades a adquirir más carros. En 1921, tras el desastre del Annual, los franceses dieron luz verde a la exportación. En total llegaron diez carros de combate de este modelo armado con ametralladora, junto a uno denominado TSH (siglas de “Telegrafía Sin Hilos”) que actuaría como carro de mando en la compañía que inmediatamente se organizó en la Escuela de Aplicación de Infantería. Junto a los Renault FT-17 se recibieron otros seis fabricados por la casa Schneider de un modelo más pesado, armado con cañón de 75 mm, y cuya denominación en España fue “carro de artillería Schneider CA-1”.

Las unidades de carros fueron utilizados ya en la campaña marroquí de marzo de 1922. Los que superaron la guerra en el norte de África, y otros ejemplares adquiridos en 1925, regresaron a la península. Todos ellos se trasladaron a la Escuela Central de Tiro de Carabanchel y pasaron a depender de la 3 ª Sección del citado centro de enseñanza. Los carros Schneider permanecieron en Marruecos hasta 1929, año en el que serían repatriados, quedando dos de ellos en el Parque de Artillería de Madrid y otros cuatro en la Escuela de Automóviles Pesados de Artillería.

Los buenos resultados obtenidos con los carros en la guerra de Marruecos, animó a un equipo de militares de la Fábrica de Trubia (Asturias) a diseñar y construir un prototipo de carro de combate inspirado en el modelo francés, pero con ciertas innovaciones que mejoraban, e incluso superaban, las prestaciones del ingenio galo. En 1926 se fabricaron cuatro unidades del carro “Mod. Trubia 75 HP tipo Rápido Serie A-4” que, en 1934, serían utilizados para sofocar la insurrección proletaria de Asturias.

La situación el 18 de julio de 1936, por lo que respecta a carros de combate y vehículos blindados, resultó favorable para las fuerzas gubernamentales, al quedar la mayor parte de las unidades en zonas donde fracasó la sublevación. Además, en la zona republicana, multitud de talleres y fábricas se lanzaron a una intensa campaña de producción de todo tipo de ingenios blindados. De una manera más o menos artesanal se blindaron con grandes planchas de hierro multitud de camiones, coches o tractores. Verdaderos armatostes mecánicos, la mayoría de ellos inútiles amasijos de hierro que no llegaban a las zonas de operaciones, ya que sus vulnerables motores no resistían el sobrepeso del blindaje.

La situación de clara precariedad en medios blindados y acorazados era tan evidente en la España de 1936 que Alemania, Italia y la URSS, los tres grandes suministradores de material bélico en la Guerra Civil española, decidieron desde un principio el envío de estos medios de combate para apoyar el esfuerzo bélico de los contendientes.

Por lo que respecta a carros de combate, mientras Alemania e Italia mandaron a los sublevados los ligeros Panzerkampfwagen I y Fiat-Ansaldo CV.33/35, pobres en prestaciones y bastante vulnerables frente a muchas de las armas empleadas en el conflicto, los soviéticos remitieron a los republicanos los carros más modernos y efectivos de sus arsenales: el T-26 B y el BT-5.

En un principio, la superioridad en carros de combates de los gubernamentales fue clara, pero el Ejército Popular de la República no supo sacar todo el partido necesario a este tipo de vehículos para que fueran realmente decisivos en la contienda. Hay que tener en cuenta que en España se prueban por primera vez tácticas, estrategias y armamento que poco después, en la Segunda Guerra Mundial, darían grandes resultados, pero que en 1936 todavía se encuentran en fase de experimentación, utilizándolos muchas veces de manera inadecuada, ya que, normalmente, los carros se utilizaban como un simple apoyo a la infantería, a modo de artillería de campaña. En líneas generales, la infantería no estaba preparada para combatir en coordinación con los tanques, lo que provocó el desaprovechamiento del potencial bélico que después demostraron tener los vehículos blindados en la guerra mundial.

Para mediados de octubre de 1936 ya se encontraban en la base de Archena (Murcia) del orden de cincuenta tanques T-26, unos veinticuatro blindados con cañón y alrededor de seis blindados ametralladora, enviados por la URSS. Todas estas fuerzas se establecieron en el balneario de Archena, en el que Sánchez Paredes (Comandante Militar de Archena) había organizado tres centros que en conjunto constituían la base: el cuartel de la agrupación de tanques, la escuela de tanquistas y el hospital militar de las unidades blindadas. El cuartel y la escuela se situaron en los edificios del balneario de aguas termales y en el hospital.

A Archena llegó un nutrido personal español reclutado en su casi totalidad entre transportistas y conductores de taxis, a los que, al parecer, se les había dicho que iban a hacerlos conductores del tren de transporte de la unidad, por lo que se llevaron un duro desengaño cuando el Mando les dijo que su misión sería la de conductores de tanques de combate. A su vez, con Krivosheín (coronel designado por Stalin para organizar y supervisar el envío de tanques) llegó un grupo de oficiales y personal especialista soviético a los que se había hecho creer que su misión en España no sería la de combatir sino la de instruir en el manejo y mantenimiento del material blindado al personal español que se haría cargo de él, y, según cuentan, no recibieron con especial entusiasmo la noticia, que para ellos fue una orden, de que tenían que combatir.

Posiblemente, en la intención inicial de la misión soviética no estuviera la participación activa en el combate, aunque no parece verosímil que el mando soviético quisiera desaprovechar la oportunidad que se le ofrecía de comprobar el rendimiento de su material y el grado de instrucción de sus hombres, además de desconfiar de que los españoles fueran capaces de sacar el rendimiento debido al material que se les entregaba. Sea como fuera, el caso es que la agrupación Krivosheín acudió al combate constituida casi exclusivamente por personal soviético, pues parece ser que sólo una compañía, mandada por el capitán Fauríe, estuvo tripulada por españoles. La agrupación se dividió en dos grupos: uno de ellos alcanzó el frente de Madrid el día 28 de octubre, al mando del comandante Paul Arman (oficial del Ejército soviético que en España se hacía llamar Greisser). Días más tarde llegaba al frente el otro grupo que estaba mandado por el español Arana, aunque siempre actuó a las órdenes directas de Krivosheín. La primera actuación relevante de tanques en la Guerra Civil se produce en Seseña. Los resultados no fueron demasiado buenos, mostrándose los pros y los contras que el manejo de este arma conllevaba.

Durante la Batalla de Madrid los tanques jugaron un papel muy importante, especialmente durante los combates de la carretera de La Coruña. De hecho sería en Pozuelo en donde se produciría el que está considerado el primer combate entre blindados de la Historia. Los hechos se produjeron el 29 de noviembre de 1936, justo al inicio del primer intento de los rebeldes de cortar la carretera. En el impetuoso avance sobre Pozuelo, los Panzer KW de la Legión Cóndor (conocidos durante la guerra como “Negrillos”) se toparon de frente con los T-26 soviéticos. Los carros alemanes, armados con dos ametralladoras de 7,92 mm, se encontraban en clara desventaja frente a sus oponentes, dotados de cañón de 45 mm y dos ametralladoras 7,62 mm. No está claro si los carros alemanes no quisieron o no pudieron eludir el choque, lo cierto es que ambas fuerzas se enfrentaron, lo que supuso una aplastante victoria de los carros soviéticos que dejaron fuera de combate a más de un tercio de los Panzers y causaron enormes bajas a las fuerzas atacantes.

La superioridad de los T-26 quedó clara y durante toda la guerra se convirtieron en un verdadero problema para las tropas franquistas y sus aliados, hasta el punto de que se ofreció una recompensa de 500 pesetas por cada ejemplar capturado (que fueron muchos a lo largo de la contienda). Una superioridad que poco a poco fue compensada por una aplastante y efectiva acción de la artillería y la aviación. A medida que la guerra avanzaba, el Ejército Popular de la República fue viendo más limitadas sus posibilidades armamentísticas, llegando a una casi indigencia de medios y recursos en los compases finales del conflicto. En lo referido a tanques, al terminar la guerra el Ejército franquista tenía, entre autos y carros blindados, la cifra de 651 unidades, siendo mayoría los carros alemanes e italianos que quedaron en España tras la marcha de la Legión Cóndor y del CTV, pudiendo evaluarse el número de T-26 operativos con los que contaba la República en menos de 50.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía 1: Carro Panzerkampfwagen I alemán.
Fotografía 2: Carro T-26 soviético.

jueves, 1 de octubre de 2009

51) Combates en el sector de Las Rozas



COMBATES EN EL SECTOR DE LAS ROZAS

En anteriores apartados de este blog, tales como “CONTRAATAQUE EN LA NIEBLA” o JORNADAS DE CONTRAOFENSIVA”, hemos hablado de los intentos que tras la potente ofensiva franquista desarrollaron los republicanos por intentar recuperar parte del terreno perdido. Esta contraofensiva tuvo en el sector de Las Rozas uno de sus principales escenarios. La idea consistía en intentar reconquistar éste pueblo, Villanueva del Pardillo y Majadahonda, para presionar la retaguardia de las columnas enemigas que habían progresado hacia Madrid y ocupado la Cuesta de las Perdices.

El día 11 de enero de 1937, con fuerzas locales y otras que llegaron de otros frentes, el Ejército Republicano inicia los ataques con unos 9.000 hombres, cañones y varios tanques. Las Rozas fue atacada desde Galapagar y el Monte del Pardo. Se logró tomar el Vértice Cumbre y se presionó sobre El Pardillo y Majadahonda. El pueblo de Las Rozas quedó rodeado y aislado en diferentes momentos. En éste último pueblo la lucha fue especialmente dura. Los tanques republicanos, los temidos T-26, penetraron en el caserío seguidos por la infantería, produciéndose una sangrienta lucha callejera con cruentos combates cuerpo a cuerpo.

Los choques continuaron durante varias jornadas de frío invierno, hasta que el día 16 de enero, las tropas franquistas al mando de Asensio consiguieron reestablecer la situación, poniéndose así fin a la batalla de la carretera de La Coruña, con los dos Ejércitos exhaustos y con sus respectivas reservas prácticamente agotadas.

Uno de los protagonistas de aquellas duras jornadas recordaba años después su experiencia:

“Yo era capitán del Segundo Tabor de Regulares de Tetuán, mandado por el comandante Serrano Montaner. Pozuelo ya había sido tomado. También algunos pueblos colindantes. Mi Tabor fue enviado a la Casa de Vacas, en la Casa de Campo. Más tarde, hacia el doce de enero de mil novecientos treinta y siete, se le enviaría a Majadahonda, donde había un contraataque enemigo. Todo discurría entre la carretera de El Escorial-Las Rozas y la línea recién tomada de Las Rozas-Majadahonda. Grandes cantidades de artillería, carros de combate y un gran número de soldados de Infantería enemigos operaban en aquel terreno. El Vértice Cumbre, vital para la defensa de Las Rozas, se había perdido.

El día doce fue herido el general Bartoméu. Sus heridas fueron de consideración. Por la tarde de dicho día, mi Tabor fue enviado como refuerzo. Al día siguiente volvía a atacar el Ejército republicano, pero mi unidad se supo mantener en Las Rozas a pesar del tremendo desnivel existente entre las armas y número que uno y otro poseíamos. El capitán Botella, del Grupo de Escuadrones de Numancia, murió atropellado por un carro ruso T-26 cuando intentaba lanzar una granada de mano. Posteriormente le concederían la Laureada Individual a título póstumo.

Más tarde, el Vértice Cumbre sería tomado por el general Asensio. Era el día quince de enero. El Ejército enemigo cesó en su contraofensiva. Todos nos quedamos tranquilos esperando la nueva lucha que se acercaba. Es una evidencia de lo que significa cada acción de guerra.”


En aquellos días se sucedieron episodios de gran violencia y crueldad, todo envuelto de una enorme confusión. La lucha, en muchos puntos, fue salvaje y despiadada. Del libro “Islam y guerra civil. Moros con Franco y con la República”, escrito por Francisco Sánchez Ruano, extraemos el siguiente fragmento del capítulo “Árabes y bereberes con la II República”, que también los hubo en el Ejército Popular, aunque en una proporción prácticamente anecdótica si la comparamos con las tropas del mismo origen que sirvieron bajo las órdenes de Franco.

“Oussidhoum fue designado jefe de la sección de ametralladoras, del 11 de enero al 5 de febrero de 1937, y “Walter” ordenó a su 12º Batallón ir a Las Rozas. Oussidhoum y el francés Schmidt (con escudo y caja de municiones), en furioso ataque, pasaron dos líneas enemigas, tomaron una ametralladora Hotchkiss y la volvieron contra el enemigo que huyó en la niebla ante los tiros. Si el beréber no hizo ningún disparo al desconocerla de noche, el belga Tonneau disparó 30 veces y luego Ossidhoum se rió del viejo Tutur y su ametralladora al final de su columna. De castigo se prohibió el coñac a su unidad. Algunos soldados de la XIV se perdieron en la niebla y desaparecieron; otros como Ossidhhoum, que perdió a su sección de ametralladoras, reaparecieron al levantarse la niebla. Los tanques rusos que entraron en Las Rozas aplastando a su guarnición se retiraron para aprovisionarse de gasolina y fueron seguidos por los hombres de la XIV, que creyeron era orden de retirada; al ver su error intentaron ocupar Las Rozas al otro día, pero estaba ya erizada de cañones y ametralladoras.

Desde El Pardo, la I Brigada de Líster atacó el edificio del Telégrafo, fuertemente defendido pues estaba entre Las Rozas y Majadahonda y ocuparlo era facilitar la conquista de las otras. El 12 de enero de 1937, los tanques de la XIV y la infantería ocuparon el Telégrafo e hicieron muchos prisioneros, pero al comunista Miguel (antes lo cogieron vivo) le cortaron pies y manos, y su novia, Francisca, mató a tres moros antes de ser abatida. Pronto vino el ataque franquista con aviones, cañones y tanques seguidos de moros que se acercaron al Telégrafo; los moros iban según A. Rodimtsev, “con los fusiles terciados al brazo, en tres filas, derechos con toda su talla (…) Avanzaban al descubierto, como en un desfile.” Era un ataque psicológico para demostrar al enemigo su valor y desprecio de la muerte, hasta que empezaron el fuego que no fue contestado por los republicanos cuando ya estaban más cerca. Los tanques rusos les provocaron gran mortandad y los moros se lanzaron al Telégrafo: “Rabiosos, fanáticos (…) corrían ya hacia la entrada principal (…) Los republicanos hacían salidas del edificio y disparaban a quemarropa a los moros, pero una parte (…) penetró en el edificio”. Como dos de sus tanques les siguieron, los moros se hicieron fuertes en las plantas bajas del edificio y los republicanos en las superiores; pero la llegada de tanques y tropas republicanas decidió la lucha, ya que mataron a la mayor parte de los moros y el resto se rindió: “Aquí y allá yacían a los pies los cortos cuchillos ensangrentados (…) Todo estaba sembrado de cadáveres de los moros”.

El mando republicano careció de unidad en la dirección de las operaciones y hasta la agrupación, donde estaban la XII y la XIV, que llevaron el ataque principal, se dividió en dos mandos. El mando republicano mandó pasar a la defensiva en los sectores ocupados, el 14 de enero de 1937, pues se desvió el ataque enemigo a Madrid, y las pérdidas republicanas también fueron muy altas.”


Fueron días de terribles ataques y contraataques. Días de sangre, destrucción y muerte. Triste inicio de la desgracia en la que se había sumergido España.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografías: Edificios de Las Rozas tras los desastres de la guerra, 1939 (AGA)