miércoles, 9 de diciembre de 2009

61) Trincheras vacías


TRINCHERAS VACÍAS

Como ya hemos señalado en otros apartados de este blog, el 14 de diciembre de 1936 comienza el segundo intento de los rebeldes por alcanzar la carretera de La Coruña. Todo el frente noroeste se convulsiona por la potencia de la ofensiva, pero es en el sector de Boadilla donde la presión se hace notar con más fuerza.

El objetivo de los atacantes es, partiendo de sus bases de Villaviciosa de Odón, Brunete y Quijorna, ocupar la línea Villanueva del Pardillo-Majadahonda-cruce de caminos al sureste de Las Rozas-bosque Remisa-Aravaca-Cuesta de las Perdices-cerro del Águila.

El tiempo no acompaña, pero las pésimas condiciones climatológicas llevan retrasando la acción más de 24 horas. Si no quieren perderse del todo los efectos de la sorpresa es necesario actuar ya. Cuatro columnas, al mando de los coroneles Sáez de Buruaga, Monasterio, Siro Alonso y el teniente coronel Barrón, bajo las órdenes del general Varela entran en acción. Con el propósito de distraer tropas del adversario, los atacantes comienzan presionando en torno a Valdemorillo, pero el objetivo principal es Boadilla del Monte. Para lograr ocupar este pueblo es necesario conquistar primero el Vértice Mosquito, lo que se conseguirá en las primeras acometidas.

Son buenas fuerzas de choque las que actúan: norteafricanos que han venido a España a matar y a morir, y legionarios que llevan meses dando sentido a su apelativo de “novios de la Muerte”. Tropas aguerridas y profesionales que saben operar y maniobrar correctamente en campo abierto. Frente a ellos, milicianos cuya escuela militar está siendo el propio campo de batalla, pero que, sorprendentemente, llevan semanas impidiendo que los sublevados logren entrar en Madrid. Unas tropas que jornada a jornada van mostrándose más eficaces y resistentes, aunque dejando muchas bajas en el camino.

El día 15 es una jornada de combates confusos. Un forcejeo sangriento que no aporta grandes novedades tácticas. Los atacantes rozan las primeras casas de Boadilla, que se difumina en el paisaje entre bancos de espesa niebla, pero no logran su objetivo.

Por fortuna para Varela, el día 16 amanece totalmente despejado. La artillería puede actuar a capricho y las columnas atacan con toda su fuerza. Los hombres de Buruaga entran en Boadilla, donde se seguirá combatiendo durante horas, mientras las columnas de Barrón y de Siro Alonso avanzan por el Oeste y por el Este.

El Estado Mayor de la Defensa recurre a todas las reservas de las que puede echar mano. Hay que cerrar la brecha e impedir la progresión del enemigo hacia Majadahonda. Las XI y XII Brigadas Internacionales y varios batallones sueltos sacados de aquí y de allá se embeben en los combates. Se suceden los ataques y contraataques, pero no se consigue frenar al enemigo.

Las avanzadillas rebeldes se infiltran entre las lomas de encinas que separan Boadilla de Majadahonda. También se combate duramente en las laderas de Romanillos y en los alrededores de Villanueva de la Cañada. Los choques son muy violentos, pero ninguno de los dos contrincantes parece estar dispuestos a renunciar.

Los días 17 y 18 vuelve la niebla, una niebla incluso más densa y duradera que la de días anteriores. La ofensiva dirigida por Varela no puede continuar en esas condiciones. El avance se detiene, pero entre las encinas y retamas se continúa luchando. Van a ser dos días de extrema dureza. Los bosquecillos, lomas y arroyos del entorno se convierten en una especie de laberinto. Los hombres se mueven sigilosos, con cautela, entre una niebla densa y traicionera. Nadie está seguro de nada. Se oyen señales de lucha por todas partes sin poder asegurar de donde provienen los ruidos.

El terreno es propicio para la emboscada y la sorpresa, y las líneas de frente no están definidas. Muchas trincheras cambian de manos en diversas ocasiones. En otras, los hombres permanecen en guardia, agazapados con el dedo en el gatillo, atentos al más mínimo sonido que señale peligro. Junto a ellos, cadáveres de amigos y enemigos, algunos de los cuales llevan ya varios días tendidos en el barro que inunda el fondo de las trincheras.

Se producen pequeños golpes de mano, acciones de descubierta, combates cuerpo a cuerpo en los que se tira de bombas de mano y bayonetas. Matando y muriendo casi a ciegas. Una lucha fea y sin cuartel, de día y de noche, entre niebla, frío y barro.

El día 19 las fuerzas de Varela deciden recuperar la iniciativa y continuar el avance, pero ya es tarde. Los republicanos han tenido tiempo de organizar y fortificar sus posiciones. Barrón avanza con decisión, pero sus hombres chocan con una dura resistencia y pronto tienen que volver a sus bases de partida. Sólo las tropas de Monasterio consiguen ocupar Villanueva de la Cañada, pero para el resto de fuerzas el avance es imposible.

Frenadas y enmarañadas en un terreno complicado, y muy castigadas por varios días de difíciles combates, las columnas franquistas reciben la orden de replegarse. Las tropas de Varela mantendrán Boadilla del Monte y Villanueva de la Cañada, pero abandonan sus posiciones más allá de estos pueblos. Las fuerzas atacantes han logrado algunas ganancias de terreno, pero han vuelto a fracasar en su objetivo principal. Madrid parece cada vez más inalcanzable.

Por su parte, los republicanos, a pesar de haber recibido un nuevo mordisco en su línea de frente, han sido capaces de minimizar el peligro. En general, los combatientes se han comportado bien. Cada día muestran una mayor capacidad de lucha y van siendo capaces de actuar correctamente en campo abierto. El día 23 de diciembre, el Alto Mando republicano, ante la ausencia de actividad por parte del enemigo, da la orden de avanzar.

Los hombres salen de sus trincheras y con precaución se ponen en marcha. Poco a poco, van recuperando el terreno perdido en los días anteriores. Con cierta sorpresa, comprueban que el enemigo parece haber abandonado sus posiciones. En su avance van encontrándose con las huellas de los duros combates que se han vivido: cadáveres, armamento abandonado, documentación perdida, desertores y extraviados. Todas las trincheras que van encontrando están vacías de combatientes y, tras recorrer varios kilómetros sin incidentes, vuelven a ocupar posiciones a pocos metros de Boadilla del Monte.

Un informe del día 24 de diciembre de 1936 dirigido al Estado Mayor de la Defensa ilustra muy bien cómo es este avance. El documento está firmado por Félix Garizábal, Comisario Político que acompaña a las fuerzas republicanas. En él podemos leer:

“Han avanzado unos 2 o 3 kilómetros hacia Boadilla del Monte encontrando 4 cadáveres moros y bastante munición. La munición recogida era nuestra, seguramente la que se abandonó cuando la retirada de Boadilla. En una descubierta que hicieron anoche las fuerzas al mando del General Luckas se encontraron que el enemigo no hacía resistencia y de esa manera avanzaron los citados kilómetros, llegando a una trinchera que estaba abandonada, con cuatro moros muertos y la munición antes dicha. La documentación encontrada a los moros dicen que se la enviarán al Estado Mayor.

También el Batallón franco-belga ha avanzado y ha encontrado las trincheras sin enemigos, encontrando abundante material y bombas de mano.

Lo mismo le ha ocurrido al “Campesino”, encontrando 15 cadáveres moros y la trinchera desalojada.

El Batallón que encontró los cuatro cadáveres fue el Batallón “Prieto” y también encontró dentro de la trinchera un manifiesto editado por el Quinto Regimiento que el camarada presenta al Estado Mayor.

Al “Campesino” se le han pasado 4 moros, diciendo que se pasaban por estar hambrientos.

Las fuerzas de los Batallones “Prieto” y “Madrid” siguen avanzando y han tomado una trinchera que dista del pueblo de Boadilla del Monte unos 400 metros sin encontrar resistencia y encontrando gran número de bombas de mano y munición de fusil. También han encontrado en esta última trinchera siete cadáveres de Guardias Civiles y bastantes cadáveres nuestros, seguramente de la retirada que se hizo en Boadilla.

Los Batallones “Prieto”, “Madrid”, franco-belga y “Campesino” tienen un completo enlace y siguen avanzando”

Terminaba así el segundo intento de los sublevados por alcanzar la carretera de La Coruña, un objetivo que volverían a intentar (esta vez con éxito) en pocos días. Mientras tanto, la Navidad de 1936 llegaba a Madrid, una ciudad cuyo destino era todavía incierto, pero que desde principios de noviembre llevaba resistiendo, contra todo pronóstico, los duros embates de un enemigo decidido y tenaz.

El cerco sobre la capital se estrecha. Miles de personas se van a ver inmersas en los desastres de la guerra. Una guerra que día a día se muestra más terrible y cruel. Es sólo el comienzo. Por delante quedan muchos meses de bombardeos, de hambre, de violencias de todo tipo, de penurias y miseria, de destrucciones y de tragedias irreparables.

Todo resultaba demasiado incierto aquel 24 de diciembre de 1936. En los frentes de Madrid miles de combatientes vivaqueaban engullidos por la locura de la guerra. En el “Parte Oficial de Guerra” de aquella noche (el que diariamente se radiaba por las emisoras y se publicaba en la prensa), el Ejército franquista se limita a señalar “Fuego de fusil y cañón en los distintos frentes del Ejército del Norte”, omitiendo cualquier referencia al Frente del Centro. Pero los combatientes republicanos pueden escuchar buenas noticias:

“Madrid: El movimiento de avance iniciado ayer por nuestras fuerzas del primer sector en el frente de Romanillos-Boadilla, ha continuado durante todo el día de hoy, llegando al fin de la jornada a ocupar una línea situada aproximadamente a unos cuatrocientos metros al norte de Boadilla.

El enemigo, durante nuestro avance, se ha limitado a hostilizarnos con fuego de artillería, sin que su infantería haya hecho acto de presencia.

En el terreno recorrido por nuestras bravas milicias se han hallado bastantes cadáveres de moros y de guardias civiles, así como bombas de mano y cartuchos que han sido abandonados por los facciosos en su repliegue.

En las últimas horas de la tarde, la aviación enemiga bombardeó el puente de los Franceses y el Campo del Moro. Nuestra aviación ha actuado batiendo las posiciones enemigas”.

Era Nochebuena, pero la guerra continuaba su imparable ritmo.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía: Fusiles Mosin-Nagant en el interior de una trinchera.

Documentación procedente del AGMA

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