sábado, 29 de mayo de 2010

84) Retales


RETALES

El Tiempo es una especie de enorme devorador. Un devorador de lugares, paisajes y entornos; un devorador de nombres, individuos y personajes; un devorador de hechos, sucesos y situaciones; un devorador de datos, fechas y referencias…

El Tiempo hace que todo, antes o después, termine agonizando en el abismo del Olvido, hasta que acaba desapareciendo por completo, como si nunca hubiera sucedido, como si nunca hubiera existido.

La Historia entabla una lucha desigual contra el Olvido. Una especie de constante pulso por rescatar y salvaguardar la mayor cantidad posible de información sobre el Pasado del que venimos.

El historiador o la historiadora rastrean el enorme magma de la Antigüedad (de la más lejana a la más cercana en el tiempo). Bucean en los profundos e inabarcables océanos de información a la búsqueda y captura de todo aquello que pueda resultar interesante para conocer y entender los tiempos que nos precedieron.

Para ello, existen diversas herramientas: la arqueología, la epigrafía, la numismática, la antropología, la geografía, la sociología, la archivística, la museología, la cartografía… Diferentes sistemas y métodos con los que poder enfrentarse a las que, técnicamente, se denominan fuentes historiográficas, verdadera materia prima de la Historia: fuentes documentales (documentos políticos, judiciales, económicos, militares…); iconográficas (pintura, escultura, arquitectura, fotografía…); audiovisuales (cine, TV); bibliográficas (libros, revistas, periódicos…) y un largo etcétera.

Esta labor no suele resultar sencilla. Más bien, todo lo contrario. Sobretodo requiere tiempo, no solo para localizar la información, también para procesarla, interpretarla y darla a conocer. Una información que suele aparecer fragmentada e incompleta, dejando numerosas lagunas y vacíos que imposibilitan el poder profundizar todo lo que quisiéramos en el Pasado.

Es como tratar de organizar un enorme rompecabezas, colocando piezas que van apareciendo sin orden ni concierto, lo que muchas veces obliga a deshacer todo lo anterior para volver a comenzar de nuevo.

A base de retales sueltos que, según van apareciendo, obligan a nuevas reflexiones, a nuevas interpretaciones e hipótesis. Una especie de espesa telaraña, un complicado laberinto sin principio ni fin que te lleva de un lado a otro, siguiendo pistas que se entremezclan con otras, dando paso a nuevas dudas e incógnitas que, a su vez, plantean otras preguntas y éstas, de nuevo, crean la necesidad de encontrar más respuestas.

La guerra civil española ha sido investigada desde múltiples perspectivas (políticas, sociales, militares, culturales, ideológicas…), lo que ha provocado una enorme cantidad de estudios, reflexiones y aportaciones de todo tipo. Contamos así con una amplia visión de sus antecedentes, desarrollo y posteriores consecuencias. Se ha ido formando lo que podríamos denominar una especie de “macro” Historia del conflicto que sacudió a España entre 1936 y 1939.

Dentro de esta “macro” Historia encontramos a los principales protagonistas, las grandes batallas,las fases y etapas de la guerra, las organizaciones políticas que participaron en ella, el contexto internacional en el que se desarrolló, etc.

Surge así una visión amplia y general. Imprescindible y necesaria para adentrarnos en el conocimiento de aquel trágico episodio de nuestra Historia reciente, pero que resulta poco satisfactorio a la hora de profundizar más en él. Por ejemplo, esa “macro” Historia nos habla de la Batalla de Madrid, las consiguientes “Batallas de Cerco” que la sucedieron y la posterior estabilización del frente madrileño desde los primeros meses de 1937, limitándose a señalar algunos de los episodios y personajes que se consideran más importantes y significativos.

Es una especie de HISTORIA con mayúsculas: la Historia de los grandes nombres, las fechas claves, y los lugares emblemáticos. Pero es una Historia que deja fuera una enorme cantidad de información, condenando a una importante parte de la misma al olvido y el desconocimiento.

Cuando recorro las viejas posiciones de guerra del noroeste madrileño, sus ruinas solitarias y silenciosas, reflexiono sobre estas cuestiones. Los grandes libros y estudios de la guerra civil no suelen detenerse en ellas, las ignoran, como si no existieran. Sin embargo, están ahí, integradas en el paisaje como recordatorio claro y evidente de aquella Historia.

Cuando comencé, hace ya un porrón de años, a interesarme por estos restos, comprobé, con cierta decepción, que prácticamente no existía nada de donde poder extraer información o datos sobre los mismos. A lo sumo, encontraba algunas referencias a las grandes operaciones militares que habían tenido lugar por la zona. Cuando intentaba profundizar un poco más en el material publicado sobre el desarrollo de la guerra civil en el noroeste de Madrid, más allá de batallas tales como la de la carretera de La Coruña o la de Brunete, chocaba siempre con un desesperante término: “frente estable”.

Siempre lo mismo. Todos los libros que iba encontrando hablaban de las grandes operaciones militares, pero a partir de éstas, todos ellos, al referirse al resto de la guerra civil en el noroeste madrileño, concluían con la genérica y abstracta definición de “frente estable”. Madrid se había convertido en un frente estable que, para la “macro” Historia, dejaba de tener interés. Sin embargo, para mí, el estudio y conocimiento de ese “frente estable” tenía un interés especial y primordial. Era ahí, donde se encontraban las claves para poder interpretar y entender la enorme cantidad de restos que yo iba descubriendo por la zona.

Lugares olvidados e ignorados durante muchas décadas, estaba claro que no habían sido construidos por capricho, sino respondiendo a una importante necesidad. También era evidente que en ellos habían vivido cientos de personas durante los largos y penosos meses de guerra. Unas personas, cuyas experiencias y vivencias, permanecían sumergidas en el pozo de la indiferencia.

En algún lugar tenían que quedar pistas, datos y referencias que permitiesen ir conociendo esa parte de la Historia. Una Historia, cuyos restos, tan cercanos y sugerentes me resultaban. Con el tiempo fui adentrándome en las confusas y farragosas espesuras de los documentos, a la caza de información y datos. Una cacería que, poco a poco, fue cobrándose sus piezas, localizando aquí y allá, retales de un Pasado prácticamente olvidado y desconocido.

Y así, poco a poco, comenzó a aparecer lo que realmente se ocultaba tras la genérica y pobre definición de “frente estable”: la cruda y dura realidad de una guerra de trincheras. Una guerra de posiciones en la que se habían visto inmersos miles de combatientes y que, lejos de resultar poco interesante o insulsa, aparecía atrayente y sugestiva, repleta de datos y referencias que hablaban de las duras condiciones de vida en las trincheras, de innumerables acciones de combate, de explosiones de minas y contraminas, de concienzudos y constantes trabajos de fortificación, de bajas y deserciones, de una tierra de nadie surcada por disparos y explosiones, con cadáveres abandonados durante días sin que nadie se decidiera a retirarlos… en fin, de todo lo que más de dos años de guerra pueden generar en los lugares donde dos ejércitos, muy cercanos entre sí, se pegan al terreno, hostigándose y vigilándose mutuamente.

Todas aquellas referencias no aparecían en la “macro” Historia de las grandes obras. Constituían una especie de “migajas de la Historia” que los investigadores habían ignorado. Sin embargo, a mi me parecían imprescindibles para poder contar con una visión más nítida y definida de la guerra civil en el noroeste de Madrid.

Ha sido así como, poco a poco, he podido interpretar los restos de trincheras y fortificaciones; definir las líneas de frente; descubrir los diferentes centros de resistencia; conocer las unidades que guarnecieron estos lugares; las vías de comunicación que utilizaban para abastecer sus posiciones; estudiar los puestos de mando, los observatorios, las baterías artilleras y antiaéreas; saber donde se encontraban los acantonamientos de tropa, los centros sanitarios, etc.

Pasito a pasito he podido ir adentrándome en la cruda y descarnada realidad que se vivía en las primeras líneas de fuego. Una guerra de trincheras repleta de acciones locales, de golpes de mano, de emboscadas, acciones de descubierta, fuego artillero, asaltos, minas y forcejeos. Una guerra de trincheras que se cobró cientos de bajas y dejo sus huellas materiales esparcidas por el paisaje, muchas de las cuales, aun pueden ser visitadas.

Existen multitud de vivencias, hechos, sucesos y experiencias, que nunca aparecerán en los grandes trabajos de Historia, pero que para quienes los sufrieron o protagonizaron, constituyeron algo único e imborrable. Adentrarse en todo aquello, me parece que es una forma de “humanizar” la Historia, pues, más allá del abstracto que suponen las grandes referencias genéricas, permite profundizar en multitud de elementos reales y concretos.

El estudio de esta “micro” Historia proporciona infinidad de datos sobre fechas, lugares y personas determinadas y específicas. De esta manera, en algunos casos, he podido conocer, con pelos y señales, episodios concretos. Por ejemplo: día y hora exacta de un golpe de mano; las unidades que en él participaron, el desarrollo del mismo; los nombres y apellidos de las bajas sufridas en uno y otro bando; los soldados que merecieron condecoración o mención especial por su actuación en el combate; el armamento utilizado, la munición consumida, etc.

Como es fácil imaginar, con toda esta información, visitar los escenarios bélicos se reviste de un significado especial. Por ello, parte de este intenso trabajo de investigación historiográfica, me gusta compartirlo con los lectores y lectoras de este blog, para que así, cuando visiten alguno de los numerosos restos que aun existen puedan valorarlos y entenderlos con mayor facilidad.

Y en ello continúo, a la búsqueda de los deshilachados jirones de la Historia para, a base de retales sueltos, ir confeccionando parte de un Pasado ignorado y desconocido durante mucho tiempo.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía de JMCM.

domingo, 16 de mayo de 2010

83) Posición 38 Oriental Guadarrama


POSICIÓN 38 ORIENTAL GUADARRAMA

Haciendo un repaso general de los contenidos de este blog, he caído en la cuenta del poco espacio dedicado a Majadahonda. Esto no quiere decir que no de importancia a la relación que este municipio tuvo con la guerra civil. Muy al contrario, en mis trabajos de investigación, Majadahonda, como no podría ser de otra manera, siempre tiene un lugar preferente.

El estudio de la guerra civil en el noroeste de Madrid da para tantos temas que es difícil abarcarlos todos. Por otro lado, las características de este blog limitan mucho el poder profundizar todo lo que me gustaría en ciertas cuestiones, viéndome obligadoo a dejar una mayor extensión de sus contenidos para otros medios o cauces más apropiados. Con todo, la poca atención prestada hasta ahora a Majadahonda no tiene excusa, y creo llegado el momento de empezar a solventarlo.

Me ha parecido buena idea comenzar con una de las posiciones más importantes de Majadahonda, cuyos restos, aun pueden ser visitados. Se trata de la que se conoció como “Posición 38 Oriental Guadarrama”, un conjunto de fortificaciones del ejército franquista situadas en el kilómetro 2 de la M-851, justo en el inicio del Camino de la Puentecilla (antiguo Camino del Picotejo).

Como ya he señalado en diferentes apartados de este blog, la batalla de la carretera de La Coruña supuso el completo control y dominio, por parte de los nacionales, de todas las alturas importantes situadas en la orilla izquierda del río Guadarrama. En líneas generales, estas cotas y vértices eran muy modestas, unas simples ondulaciones en algunos casos, pero que, a falta de otras más notables, acabaron teniendo una gran importancia, tanto en el desarrollo de la batalla, como en la posterior guerra de trincheras que se desarrollaría hasta el final de la contienda. J. M. Martínez Bande, en su libro “La lucha en torno a Madrid” realiza el siguiente análisis sobre el terreno del que estamos hablando.

“Caracterizaba esta zona topográfica la ausencia de accidentes destacados. En esencia, apenas si aparecían definidos tres valles a veces suaves, otras ondulados y movidos: los del río Manzanares, Guadarrama (con su afluente el Aulencia) y Perales, a los cuales y siguiendo casi siempre direcciones perpendiculares, iban las aguas de algunos riachuelos y arroyos, generalmente de curso intermedio y cauces profundos, obra de la erosión. Las alturas eran escasas y nunca sobresalientes; citarlas quizá parezca superfluo (…) El terreno no ofrecía obstáculos de consideración más en cambio carecía de buenos observatorios, siendo la visibilidad casi siempre problemática” (Martínez Bande, “La lucha en torno a Madrid”, Edt. San Martín, Madrid, 1984, pp. 54-55).

Esas alturas de poca importancia, que Martínez Bande considera quizá superfluo el citarlas, son de sobra conocidas por los lectores de este blog: El Mosquito, Romanillos, los vértices Manilla, Cristo, Barrial, lomas como La Bellota, La Mocha (que recibiría el nombre de Loma Artillera”), la “Loma Fortificada”… entre otras muchas.

En la zona concreta que nos ocupa, la altura más importante la constituía el Vértice Cumbre, en Las Rozas, y, complementando a éste, todas las posiciones (un total de 11 Islotes de Resistencia) que fueron surgiendo en paralelo a la carretera de Las Rozas a Villanueva del Pardillo (actual M-851), terrenos que en los mapas reciben el nombre de La Cumbre y cuyo control suponía una clara ventaja, tanto en lo referido a la visibilidad, como en lo concerniente al campo de tiro, lo que proporcionó a las guarniciones franquistas un excelente plan de fuegos contra las posiciones republicanas.

Esta ventaja, en la que nos detendremos algo más cuando hablemos de las posiciones de La Puentecilla, constituyó un grave y constante riesgo para las posiciones republicanas del sector, que tuvieron que desarrollar grandes esfuerzos para intentar minimizarla, sin que nunca lo consiguieran del todo.

La “Posición 38 Oriental Guadarrama”, como señalábamos más arriba, fue uno de los puntos más fuertes del sector. Integrada en el “Centro de Resistencia D” (que en enero de 1939 pasaría a denominarse “C. R. IV”), estaba compuesta por los Islotes de Resistencia nº 78 y nº 79.

Fue éste, uno de los puntos del frente donde las líneas de unos y otros estuvieron más próximas (apenas unas decenas de metros según los informes nacionales y republicanos). También era éste, uno de los lugares donde la topografía hacía más probable un ataque republicano. Estas circunstancias provocaron que esta posición, junto a la situada en el Vértice Cumbre (1.500 m al noreste), fuera una de las más fortificadas de todo el sector.

Los trabajos de fortificación fueron constantes a lo largo de toda la guerra, pero será a partir de agosto de 1938, momento en que la 20 División Nacional se hace cargo de la defensa de este frente, cuando estos trabajos se intensifiquen. Desde esa fecha se procede a una profunda reorganización de las posiciones franquistas, la cual dará lugar a la mayor parte de las fortificaciones que, del Ejército Nacional, han llegado hasta nuestros días en el noroeste madrileño.

Como indica Ricardo Castellano en su libro “Los restos del asedio” (Edt. Almena, Madrid, 2004), desde octubre de 1938, serían las Compañías 21 y 22 del Batallón de Zapadores nº 8 (asignado a la 20 División) las encargadas de los trabajos de fortificación en este sector.

Por lo que respecta a la “Posición 38 Oriental Guadarrama”, la reorganización fue intermitente, viéndose paralizada en diferentes momentos por tener que atender otros lugares que requerían más urgencia. Con todo, se finalizaron diversas construcciones de hormigón (entre ellas, dos nidos para arma automática), refugios subterráneos, un completo sistema de galerías y trincheras (de combate, de comunicación, de evacuación…), Puesto de Mando y alambrada con dos filas de piquetes. De todo ello, en la actualidad solo quedan los restos de cuatro construcciones, alguna de ellas en muy buen estado de conservación, aunque, como es habitual, con escombros, basuras y otros residuos en su interior. También es destacable la existencia de una inscripción grabada en cemento, que hace alusión a una de las unidades que por aquí pasaron.

En febrero de 1939 (poco antes del final de la guerra), la “Posición 38 Oriental Guadarrama”, estaba guarnecida por tropas del regimiento de Infantería de Toledo nº 26. Un total de 53 soldados (oficiales: 1; suboficiales: 2; tropa: 50). Entre su armamento, contaban con una ametralladora Hotchkiss, un fusil-ametrallador Breda modelo 30, y 48 fusiles Mauser 7 mm.

Quien visite esta posición, además de poder contemplar los restos de interesantes construcciones bélicas, disfrutará de una estupenda vista de la sierra y del denominado pie de sierra, con unos atardeceres que merecen la pena.

El visitante que conozca algo sobre la guerra aquí vivida, disfrutará observando los lugares por los que discurrían las cercanas posiciones republicanas, y no le costará demasiado imaginar las lomas y quebradas que formaban la primera línea de fuego, surcadas por parapetos de sacos terreros, alambradas de espino y puestos de tirador. Podrá contemplar también, La Cervera y La Puentecilla, lugares en los que se situaban las líneas de sostén de la 111 Brigada Mixta y, en la otra orilla del río Guadarrama, alturas como el Cerro Martín, uno de los puntos más fuertes e importantes del sistema defensivo republicano en este sector.

Los mismos lugares hacia los que apuntan, desde hace más de setenta años, las troneras de las fortificaciones de la “Posición 38 Oriental Guadarrama”, como esperando a un enemigo ya inexistente.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografías 1 y 2: Algunas de las construcciones existentes en lo que fue la “Posición 38 Oriental Guadarrama” (JMCM)
Fotografía 3: Croquis de la “Posición 38 Oriental Guadarrama”, utilizado por la 20 División Nacional como superponible en los mapas topográficos (AGMA).

Documentación procedente del AGMA.

viernes, 7 de mayo de 2010

82) Bombas psicológicas


BOMBAS PSICOLÓGICAS

Hace ya algún tiempo, en este blog, escribíamos un artículo sobre la importancia que en la guerra de trincheras tuvo la propaganda dirigida al enemigo (ver apartado "GUERRA DE PROPAGANDA").

En ese artículo señalábamos como la proximidad a la que muchas veces se encontraban las posiciones de los unos y los otros, y el hecho de hablar un mismo idioma, provocó, desde el principio de la contienda, un espontáneo intercambio de insultos, provocaciones, amenazas y pequeños sermones políticos con los que se intentaba influir en la moral del adversario.

Muy pronto, los mandos de cada Ejército, conscientes de que la moral de la tropa constituye un elemento fundamental para el combatiente, comenzaron a organizar de manera oficial sus propios servicios de propaganda y contrapropaganda. Con ello, se pretendía, tanto fortalecer psicológicamente a sus unidades, como influir negativamente en el espíritu del adversario.

Cada brigada republicana o regimiento nacional contó con su propia sección de información y propaganda. Estas unidades daban formación ideológica a los soldados, intentando mantener su moral alta, reforzando así, la “voluntad de vencer”. También se preocupaban de la propaganda lanzada por el enemigo, y de los efectos que ésta podía tener sobre la tropa. Todos los días, junto a los partes de novedades, los estadillos de bajas y las estadísticas del consumo de munición, se elaboraba un informe con la propaganda emitida por el enemigo. En él, se daba cuenta de todo lo que se había recibido desde las posiciones contrarias, tanto de forma oral (a viva voz o a través de megafonía) como escrita (panfletos, volatinas, etc.).

La lectura de estos partes resulta muy curiosa, porque en ellos se recogen las controversias y discusiones que se vivían en las primeras líneas de fuego: acusaciones, eslóganes políticos, informaciones de otros frentes, bulos, etc. Algunas de esas polémicas se podían alargar durante varios días (especialmente cuando trataban sobre las batallas importantes que se estaban desarrollando en otra zona) y, en algunos frentes, fue frecuente también la aparición de lo que podríamos denominar como “estrellas mediáticas”, es decir, oradores que terminaron alcanzando cierto prestigio, tanto en sus filas, como en las del enemigo, que llegaba a reclamar su intervención cuando éste faltaba.

Como es lógico, fueron muy frecuentes también los duelos dialécticos en los que dos oradores enemigos se enfrentaban verbalmente, manteniendo un intenso pulso de réplicas y contrarréplicas que la tropa seguía con atención e interés, viendo quien era capaz de manejar mejor sus argumentos y terminar desmontando los del contrario, lo que suponía una especie de pequeña victoria moral que se celebraba como si se hubiera ocupado una nueva posición.

Junto a este tipo de propaganda verbal, se utilizaba la propaganda escrita. Cientos de panfletos lanzados sobre las líneas enemigas por medio del vuelo bajo de los aviones o, más frecuentemente, por cohetes y proyectiles artilleros que, al hacer explosión, soltaban una intensa lluvia de papeles impresos. Hace poco, he dado con un pequeño surtido de este tipo de propaganda. Se trata de una serie de volatinas republicanas lanzadas contra las posiciones nacionales de la Cuesta de las Perdices en julio de 1937. Algunos de estos panfletos fueron recogidos por la sección de propaganda del sector e incluidos en uno de los informes de la 5ª Bandera de la Legión, desplegada en la zona en aquel momento.

Lo primero que llama la atención de esta documentación, es que se elaboraban panfletos específicos para cada tipo de soldado: campesinos, falangistas, requetes, legionarios, regulares… Una especie de “propaganda a la carta”. En ellos se incidía en los temas que potencialmente más podían influir en la moral de cada tipo de combatiente. Por ejemplo, en una volatina dirigida a los campesinos puede leerse.

¡CAMPESINOS! La República ha expropiado al terrateniente de la tierra que explotaba con tu sudor. El Gobierno de la República ha hecho entrega de esa misma tierra al trabajador que la cultiva.

Se ayuda a cultivarla con auxilios en dinero y semillas. Campesino: ¿Es tuya la tierra que cultivas?

Tu amo de siempre te paga por trabajarla un jornal de hambre. No siegues el grano que ha de engordar al que te explota.

A los requetes y falangistas se les habla de la invasión extranjera (italianos, alemanes, moros) que han venido a combatir a España para hacerse con sus riquezas. A la Legión se les recuerda que todos son españoles, y que luchar en contra de la República significa luchar en contra de sus propios intereses, en contra de España y en contra del pueblo, animándoles a disparar contra sus oficiales y pasarse a las filas republicanas.

Los panfletos dirigidos a los norteafricanos están escritos en árabe y, suponiendo que muchos no sabrían leer, incluyen ilustraciones con las que se les invita a volverse a su tierra. Uno de los dibujos representa lo bien que podría estar en su casa: sonriente, fumando de una shisha y tomándose tranquilamente un té moruno; el otro reproduce lo que les espera a los que vienen a luchar a España: la muerte.

También se lanzaba propaganda genérica, como para “todos los públicos”:

Napoleón llegó a tomar Madrid y fue derrotado por el pueblo español.

Hitler y Mussolini no han tomado Madrid ni lo tomarán.

El Pueblo que lucha por su independencia, por su Pan y su Libertad, aplastará a los invasores y a los traidores que les han abierto las puertas de la Patria.

¡Obreros, campesinos, empleados, militares!: Pensad de que lado está vuestro deber de españoles.

Uníos a las fuerzas de la República o ayudad desde ahí al Ejército Popular."

La fecha en que esta propaganda es lanzada sobre las líneas nacionales, julio de 1937, coincide con la ofensiva republicana de Brunete, por ello, tampoco faltan volatinas centradas en este tema. Dos ejemplos:

¡SOLDADOS DE FRANCO! Las fuerzas leales a la República han conquistado Brunete, Villanueva de la Cañada, Romanillos, Los Llanos, El Mosquito, Quijorna y otras posiciones importantes cerca de Madrid.

Las posiciones liberadas han recibido a las tropas con júbilo. Los prisioneros son tratados con cariño, y los evadidos ya luchan valientemente a nuestro lado.

La ofensiva continúa con arrojo. ¡Terminará sólo con el aplastamiento de los traidores y de los invasores extranjeros!

¡No disparéis! ¡Pasad a nuestro lado! ¡Viva la república!


¡ESPAÑOLES! A pesar de las mentiras de vuestros generales traidores, la bandera de la España libre y republicana esta bien pintada en Brunete, Quijorna, Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo y en el Castillo de Vilafranca.

¡Más de mil prisioneros cogidos, enorme material de guerra conquistado! ¡Nuestra aviación ha derribado en cuatro días de combate en el cielo de Madrid, cincuenta y seis aeroplanos rebeldes!

Nuestra ofensiva continúa, y no pasarán muchos días en que las tropas de Franco que están en los frentes de Madrid, acosadas por todos lados, estarán obligadas a rendirse o morir (…)

¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA LA REPÚBLICA!

El efecto que este tipo de propaganda podía tener en la moral de la tropa es difícil de precisar. En general, sería poco, pero no debe subestimarse del todo su efectividad. Una guerra civil resulta especialmente complicada a la hora de definir claramente al enemigo. A mucha gente, el estallido de la guerra le sorprendió en la zona equivocada. Otros, fueron obligados a integrarse en alguno de los dos ejércitos. Muchos, carecían del suficiente estímulo ideológico como para permanecer indefinidamente en las inmundas y peligrosas trincheras del frente madrileño.

Los desertores y evadidos estaban a la orden del día. Leyendo los informes de las diferentes unidades comprobamos como fue bastante habitual que soldados de uno y otro ejército se pasaran a las líneas enemigas, algunas veces, con equipo y documentación.

Fuera como fuese, lo cierto es que a lo largo de la guerra civil se dio una enorme importancia a la propaganda (se calcula que fueron arojados 130 millones de octavillas). Los combatientes de primera línea, además de recibir raciones diarias de plomo y metralla, tenían que aguantar las dosis de propaganda que cotidianamente lanzaba el enemigo. Con ella, se intentaba rebajar, debilitar y destruir la moral de la tropa, creando dudas, fomentando descontentos y generando temores y desconfianzas.

Bombas psicológicas que al estallar soltaban su carga de panfletos y volatinas. Una carga que el viento iba expandiendo entre las alambradas, parapetos y trincheras del triste frente madrileño.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografías: Algunos ejemplos de las volatinas republicanas lanzadas sobre posiciones nacionales (AGMA).

Documentación procedente del AGMA.