sábado, 28 de agosto de 2010

91) Arroyo de la Retorna


ARROYO DE LA RETORNA

De todos los municipios del noroeste madrileño, Las Rozas es el que, sin ninguna duda, conserva más restos y vestigios de arquitectura militar. A pesar del tiempo transcurrido y de las múltiples agresiones que este patrimonio recibe cada año, son todavía muchos los ejemplos que pueden encontrarse.

A principios de enero de 1937, Las Rozas fue escenario de duros combates. Terminada la batalla de la carretera de La Coruña, el pueblo quedó en poder de las tropas de Franco, convirtiéndose en primerísima línea de un frente que poco a poco se iría llenando de trincheras, casas fortificadas, nidos de ametralladoras, refugios y todos los elementos característicos de una guerra de posiciones.

Aunque aun se conservan interesantes vestigios, la mayor parte de las fortificaciones franquistas han desaparecido bajo la imparable expansión urbanística que vive el noroeste de Madrid desde hace ya varias décadas. Sin embargo, los restos de posiciones republicanas que aun pueden ser visitados en el término municipal de Las Rozas son numerosos y muy interesantes.

Uno de los conjuntos más importantes lo constituyen los restos de lo que fue la Línea de Detención republicana en el sector. Ya hemos hablado en diferentes momentos de esta Segunda Línea, y remitimos a los lectores y lectoras de este blog a la entrada dedicada a la Dehesa de Navalcarbón, donde nos extendíamos un poco en su análisis e interpretación. En aquella entrada, nos centrábamos principalmente en los vestigios que se conservan en ese, cada vez más agredido, entorno natural. Señalábamos también, que esas fortificaciones, debían de ponerse en relación con las todavía existentes (o ya desaparecidas) en otros puntos, tales como Las Ceudas, Fuente del Cura, Nava los Santos, El Cantizal…

En esta entrada, nos detendremos un poco en los restos que aun pueden contemplarse en Fuente del Cura y en el Arroyo de la Retorna. Las fortificaciones que aquí existen, son similares a las existentes en la Dehesa de Navalcarbón: nidos para arma automática construidos en mampostería, con cubierta abovedada (en su mayoría destruidas), planta cuadrada y frontal semicircular en el que se abren entre una y tres troneras. El tamaño de estas construcciones varía en función de que fueran empleadas para ametralladora o fusil ametrallador.

También aquí encontramos ejemplos de los nidos de ametralladoras de forma circular y construidos en hormigón, cuya planta, al contar con un tacón trasero por el que se accede al interior de la fortificación, recuerda al ojo de una cerradura. Estas construcciones, en total cuatro (dos en la Dehesa de Navalcarbón, una en Nava los Santos y otra más en Fuente del Cura, aunque éste último muy destruido), son auténticas joyas de arquitectura militar. Como sucede con todos los restos de la guerra civil existentes en Las Rozas, estos nidos se encuentran totalmente desamparados, y solo la solidez con que fueron levantados permite que aun se conserven. Desde “Proyecto Frente de Batalla” se intenta mantenerlos lo más decentes posible, recogiendo periódicamente las basuras y desperdicios que van acumulándose en su interior y alrededores.

Como ya he señalado otras veces, el Alto Mando Republicano dispuso que, en la medida de lo posible, y siempre que el terreno lo permitiera, debía de construirse una segunda línea de resistencia (Línea de Detención) a unos dos kilómetros de la Primera Línea de Fuego. Esta Segunda Línea, cuya ubicación debía ser cuidadosamente estudiada por cada jefe de sector, tenía que ser fuertemente fortificada con todos los elementos necesarios para su defensa, ya que, en caso de producirse una ruptura en la Primera Línea (algo bastante probable si el enemigo desarrollaba una ofensiva de envergadura), la Línea de Detención debía de suponer una barrera infranqueable para los atacantes.

No era necesario que esta línea permaneciera permanentemente ocupada por la tropa. Exceptuando ciertos puntos de la misma, en los que se situaban pequeñas unidades, el resto solía permanecer vacía, eso sí, con todos sus elementos (trincheras, refugios, puestos para armas automáticas, polvorines, observatorios, etc.) en perfecto estado de conservación, para hacer uso de ellos en caso de necesidad y poder ser ocupados en un tiempo máximo de quince minutos.

Lo relativamente alejada que esta línea se encontraba de las posiciones enemigas, facilitaba los trabajos de fortificación, lo que permitía desarrollar un sistema defensivo más fuerte y completo. Como es lógico, uno de los elementos que se tenían muy en cuenta a la hora de establecer esta Segunda Línea, era el terreno. Siempre que era posible, se intentaban aprovechar los accidentes naturales (ríos, arroyos, barrancos…) que, en caso de ataque enemigo, suponían un obstáculo para la Infantería, pero sobretodo, imposibilitaban el avance de los carros y de otros vehículos blindados.

El Arroyo de La Retorna cumplía a la perfección esta función. Buena parte de sus casi cinco kilómetros de recorrido (que discurren desde su nacimiento, en los Altos de la Carrascosa, hasta su desembocadura, en el Río Guadarrama), corrían en paralelo a la carretera de El Escorial, convirtiéndose así, en una especie de foso natural que complementaba eficazmente las defensas republicanas de la zona. Con los barrancos y pronunciados desniveles existentes en Fuente del Cura, ocurría algo similar. Incluso, aunque a priori no lo parezca, la propia carretera de El Escorial podía convertirse en un serio problema para las tropas atacantes, ya que, lograr atravesar una explanada despejada, sin lugares en los que protegerse y perfectamente enfilada desde lejos por un plan de fuegos bien establecido, se volvía algo realmente complicado y temerario.

Los republicanos sabrían sacar provecho de las características de este terreno, complementándolo con numerosos trabajos de fortificación que permitieron crear un sólido sistema defensivo. En realidad, esta Segunda Línea republicana quedaría sin terminar, como demuestran los últimos informes de fortificación del II Cuerpo de Ejército, en los que puede comprobarse que, apenas unos días antes del final de la guerra, las compañías de zapadores seguían trabajando intensamente en este sector. Con todo, fueron muchos los kilómetros de fortificación que se construyeron, cuyos restos, en parte, aun pueden apreciarse en diferentes puntos de Las Rozas.

Hasta la fecha, en la zona del Arroyo de la Retorna (Fuente del Cura, Nava los Santos...), he podido catalogar los restos de once fortificaciones, que van de un estado de conservación relativamente bueno, a la ruina más absoluta.

Si sumamos estos restos a los existentes en la Dehesa de Navalcarbón y a los que hay en algún otro punto de Las Rozas, nos encontramos con un impresionante conjunto arqueológico y un buen fragmento, relativamente completo y bien conservado, de lo que fue la Línea de Detención, o Segunda Línea, que el II Cuerpo del Ejército Republicano construyó en el sector. Completando estas construcciones, se conservan también numerosos atrincheramientos y otras huellas bélicas, quizás menos llamativas y sugerentes que los fortines, pero igual de interesantes e importantes para conocer y poder interpretar los sistemas defensivos de Las Rozas.

Una permanente amenaza planea sobre muchos de estos restos que, año a año, van sufriendo diversas “dentelladas” urbanísticas. Sería una pena que un patrimonio que, a pesar de las décadas transcurridas desde su construcción, se ha mantenido tan completo, termine perdiéndose bajo nuevas carreteras, urbanizaciones o centros comerciales.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía 1: Nido de ametralladora construido en hormigón en Nava los Santos (JMCM)
Fotografías 2, 3 y 4: Algunas de las fortificaciones que aun existen en Fuente del Cura (JMCM)

martes, 3 de agosto de 2010

90) Sangre internacional


SANGRE INTERNACIONAL

Una de las primeras milicias internacionales incorporadas al bando republicano, primero en la XII Brigada Internacional y poco después en la XI B. I, fue la que llevaba el nombre del comunista alemán Ernst Thäelmann, detenido por la policía política de Hitler en 1933, y que años después, en 1944, sería fusilado por los nazis.

En las últimas fases de la Batalla de la carretera de La Coruña (enero de 1937), el Batallón Thaelman contaba ya con una demostrada experiencia de combate, pues, desde las primeras jornadas de la Batalla de Madrid (noviembre de 1936), esta unidad, formada mayoritariamente por voluntarios alemanes, había participado en algunos de los episodios más duros y violentos (ver entrada “¡GEFALLEN!” )

Diezmado y reorganizado en diferentes momentos, era considerada una de las mejores unidades con las que contaba el Alto Mando republicano en el frente de Madrid. Por ello, cuando el 6 de enero de 1937, las columnas de Orgaz, haciendo uso de todas sus fuerzas, intensificaron la presión convergiendo hacia la capital desde el sector de Las Rozas, los batallones de la XI Brigada Internacional fueron enviados a cerrar la brecha abierta en el noroeste de Madrid.

El 7 de enero, el Batallón Thaelman tomó posiciones en la carretera de La Coruña, en algún punto indeterminado próximo al bosque de Remisa con la misión de frenar la ofensiva enemiga. Las órdenes eran explícitas: “No retirarse ni un centímetro en ningún caso”. Los internacionales quedaron aislados e incomunicados con su retaguardia, pero decidirán cumplir a rajatabla la orden recibida, combatiendo suicidamente durante horas contra una poderosa columna enemiga integrada por fuerzas de choque y carros blindados. Este episodio ya fue tratado hace tiempo en este blog, y los interesados pueden consultar la entrada “EL THAELMAN A LAS ROZAS”.

En aquellos mismos días en los que el Batallón Thaelman, literalmente, se desangraba en el frente de Madrid, una periodista danesa, llamada Lisa Lindbaek, cubría la guerra de España para el periódico “Dagbladet”. Lisa Lindbaek, considerada la primera corresponsal de guerra de su país, había nacido en la ciudad de Copenhague en enero de 1905. Desde 1924 ejerció, de forma independiente, la labor de periodista para diarios de diferentes países, y cuando en 1936 llega a España, en su curriculum profesional figuraba el haber cubierto importantes episodios internacionales, tales como el ascenso de Mussolinni al poder, o el incendio del Reichstag en Berlín. Durante la guerra civil española, Lisa Lindbaek colaboró con otros periodistas y escritores, como E. Hemingway, Nordahl Grieg, Nini GleditschGerda Grepp.

Terminada la guerra, Lisa llegó a Francia, donde siguió apoyando la causa republicana. Con la ocupación nazi, Lisa se vio obligada a huir al norte de África, escapando por los pelos de la persecución de la Gestapo. Desde allí pasó a EEUU, regresando a su país natal, Noruega, al finalizar la contienda mundial. Durante algún tiempo, trabajó como periodista para la ONU, y fue reportera en Alemania (la Occidental y la Oriental) durante los primeros años de la Guerra Fría. En 1961, Lisa, que desde hacía años arrastraba serios problemas con el alcohol, decidió suicidarse, arrojándose al mar en la ciudad alemana de Kiel.

Además de su labor periodística, Lisa Lindbaek escribió varios libros a lo largo de su vida. Entre ellos, “Internationella Brigaden”, publicado en 1939 en Estocolmo, por la editorial Solidaritet, y del que, lamentablemente, no existe traducción al castellano.

Para escribir este libro, Lisa se basó en sus vivencias y experiencias en la guerra civil española, así como en las numerosas notas, entrevistas y artículos que había realizado durante la misma. En sus páginas, se recoge el episodio bélico vivido por el Batallón Tahelman en la carretera de La Coruña el 7 de enero de 1937. Una de las cosas más interesantes de este libro, es que en él, Lisa recoge el testimonio de algunos de los pocos combatientes del Thaleman que sobrevivieron a esa sangrienta jornada. En sus páginas puede leerse:

“El batallón recibió órdenes de prepararse para el combate. Las Rozas había caído y el alto mando quería recuperar el terreno perdido. Estamos junto a otros bajo la lluvia. Recibimos órdenes de avanzar y nos prometen apoyo de los tanques. Podemos ver a los fascistas a unos cincuenta metros delante de nosotros. Nos han prohibido disparar. Los tanques se aproximan. Nadie sabe si son de los nuestros. Avanzan hasta unos trescientos metros de nosotros. Entonces podemos reconocerlos: son tanques fascistas. Preparamos las granadas. Pasan diez minutos. Los tanques se acercan en tres escalones. Tras de ellos vemos a la infantería. Treinta y cinco aviones nos atacan. La artillería corta la carretera en nuestra retaguardia. La compañía de ametralladoras nos envía un mensaje: “¡Retirada!”. Las compañías de infantería se niegan.

Han recibido órdenes estrictas de no retirarse ni una pulgada. Los tanques avanzan hasta llegar a unos pocos metros de nuestra trinchera. Decenas de nuestros mejores soldados mueren. Otros avanzan sin protección y lanzan sus granadas. Las carreteras quedan bloqueadas con muertos y heridos. Es una encarnizada lucha hasta derramar la última gota de sangre “¡No Pasarán!”, nos decimos unos a otros. “La ofensiva tiene que ser contenida”. En suelo español combaten los obreros contra los fascistas. La sangre de los obreros alemanes salpicó los muros de Madrid. Pero los tanques de Krupp no pueden pasar.

Las órdenes no podían llegar desde el cuartel general hasta el batallón. Cuando llegó finalmente la orden de retirada, era demasiado tarde. La infantería enemiga tomó por asalto las trincheras del Thäelman y remató a los heridos a bayonetazos.

Al día siguiente llegó la orden de reanudar la ofensiva. Por primera vez respondimos: “Imposible. El batallón Thäelman ha sido destruido.”

Fue más o menos en esta época cuando uno de los voluntarios alemanes compuso la canción Hans Beimler, que se cantaba con la música de “Ich hatt´einen Kameraden.”

Los interesados en escuchar esta canción compuesta en memoria de Hans Beimler, uno de los organizadores del Batallón Thaelman, muerto en el frenete de Madrid en diciembre de 1936, pueden hacerlo pinchando sobre el siguiente título: “Hans Beimler Kamerad”.

Un testimonio más, casi olvidado, de aquellas terribles jornadas. A menudo me pregunto cuantos libros, artículos y documentos escritos por los diferentes extranjeros que, en uno u otro bando, participaron en nuestra guerra, permanecerán todavía desconocidos o sin traducción al castellano. ¿Cuantas memorias, experiencias, vivencias y opiniones, de españoles y extranjeros, habrán sido barridas para siempre por el paso del tiempo, el miedo o la indiferencia?

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ