domingo, 14 de noviembre de 2010

97) Los novios de la muerte


LOS NOVIOS DE LA MUERTE

“-¡Caballeros legionarios! Sí. ¡Caballeros! Caballeros del Tercio de España, sucesor de aquellos viejos Tercios de Flandes. ¡Caballeros!... Hay gentes que dicen que antes que vinierais aquí erais… yo no sé qué, pero cualquier cosa menos caballeros; unos erais asesinos y otros ladrones, y todos con vuestras vidas rotas, ¡muertos! Es verdad lo que dicen Pero aquí, desde que estáis aquí, sois Caballeros. Os habéis levantado, de entre los muertos, porque no olvidéis que vosotros ya estáis muertos, que vuestras vidas están terminadas. Habéis venido aquí a vivir una nueva vida por la cual tenéis que pagar con la muerte. Habéis venido aquí a morir. Es a morir a lo que se viene a la Legión. ¿Quién sois vosotros? Los novios de la muerte. Los caballeros de la Legión. Os habéis lavado de todas vuestras faltas, porque habéis venido aquí a morir y ya no hay más vida para vosotros que esta Legión. Pero debéis entender que sois caballeros españoles, todos. Como caballeros eran aquellos otros legionarios que, conquistando América, os engendraron a vosotros. En vuestras venas hay gotas de la sangre de aquellos aventureros que conquistaron un mundo y que, como vosotros, fueron caballeros, fueron novios de la muerte. ¡Viva la muerte!”

Arturo Barea, en su novela autobiográfica “La forja de un rebelde”, nos recuerda esta arenga que, en torno a 1921, el entonces teniente coronel Millán Astray, lanzaba a sus hombres en la víspera de uno de los muchos combates que se desarrollaron durante la guerra de Marruecos. Aunque muchos años después, Barea seguiría recordando la fuerte impresión que le causó, en aquel entonces, el jefe de La Legión. Esa especie de transformación histérica que su cuerpo experimentaba y la estentórea voz que parecía tronar, sollozar y aullar mientras “escupía a la cara de aquellos hombres toda su miseria, toda su vergüenza, su suciedad y sus crímenes, y después los arrastraba en una furia fanática a un sentimiento de caballerosidad, a un renunciamiento de toda esperanza fuera de la de morir una muerte que lavara todas las manchas de su cobardía en el esplendor del heroísmo.”

Arturo Barea nunca perteneció a La Legión, pero tuvo ocasión de convivir y combatir junto a ella en el norte de África durante la guerra de Marruecos. En su libro (escrito a principios de los años cuarenta) asegura que “…su contacto me llenó de un miedo, casi diría terror, hacia el Tercio, que ha durado por toda mi vida.”

Quien sí formó parte de La Legión, como teniente del Tercio, fue Fermín Galán, uno de los organizadores de la llamada “Sublevación de Jaca” (12 de diciembre de 1930), aquel frustrado intento por derrocar al rey Alfonso XIII, que terminaría con los fusilamientos del capitán Ángel García y del propio Fermín Galán (en aquel momento, ya capitán), el 14 de diciembre de 1930, sólo cuatro meses antes de que en España se proclamase la Segunda República. Años antes de aquellos sucesos, Galán, basándose en sus experiencias como teniente del Tercio en el norte de África, escribiría “La barbarie organizada. Novela del Tercio”, un libro con un fuerte componente autobiográfico y que constituye una descarnada y cruda visión de la guerra de Marruecos. Esta novela fue editada por primera vez en torno a 1931 y, desde entonces, resultaba prácticamente imposible conseguir un ejemplar de la misma, hasta que, en el año 2008, la editorial Galland Books tuvo la genial idea de reeditarla. De sus páginas, extraemos un episodio parecido al que reproduce Barea en “La forja de un rebelde”:

“Encajados en las filas, como en un bazar se encajan los muñecos, varios cientos de hombres, sacados del gran almacén donde el azar los volcó como despojos sobrantes del mundo civilizado, esperamos formados a lo largo de la avenida de entrada al campamento, la llegada del tren especial que ha de trasladarnos a un punto de dislocación, camino de las posiciones avanzadas. Vamos a cubrir bajas de diferentes unidades.

Momentos antes de embarcar, el comandante se presenta ante nosotros. Manda firmes. Los muñecos se estiran permaneciendo inmóviles. El comandante nos arenga:

-¡Animo, muchachos! Haced honor a La Legión, madre de los expatriados y Cuerpo heroico. ¡Enalteced a vuestros pueblos y a vuestras regiones…! Vosotros, que os habéis formado bajo esta bandera gloriosa, lleváis en vuestros pechos el espíritu inmortal de nuestra raza. ¡Sed todos héroes! Que no sólo os honraréis a vosotros mismos y a vuestros pueblos, sino a La Legión que os alienta y os dirige, en nombre de la civilización. Designios de la Providencia, os envían para que llevéis, con la fuerza de vuestro empuje, la cultura y el progreso a estas tierras incultas, de oscuridad y tiranía. "

He reproducido aquí estos fragmentos de “La forja de un rebelde” y de "La barbarie organizada. Novela del Tercio" (lecturas que, de paso, recomiendo a todo el mundo) porque me parece que reflejan muy bien, tanto el espíritu que se deseaba inocular a los legionarios en aquella época, como la mística y leyenda que, a lo largo de las décadas, se ha generado en torno a esta unidad de combate.

La Legión se había creado por una Real ordenanza el 28 de enero de 1920. Su nombre original fue el de Tercio de Extranjeros, que en 1925 se cambió por el de Tercio de Marruecos y, muy poco tiempo después, por el Tercio a secas. Aunque esta unidad también era conocida como La Legión, no sería hasta 1937, en plena guerra civil, cuando el general Franco institucionalice oficialmente el nombre.

El principal inspirador del Tercio fue el propio José Millán-Astray y Terreros que, tras estudiar los métodos y organización de la Legión Extranjera Francesa en Argel, impulsó la creación de una fuerza de élite preparada para afrontar la dureza de la guerra en el norte de África. Surgió así esta unidad integrada por voluntarios españoles y extranjeros, compuesta entonces por cuatro banderas (tipo batallón), cada una de ellas con dos compañías de fusiles y una de ametralladoras.

Al estallar la guerra civil El Tercio formaba parte del llamado Ejército de África (o de Marruecos), las fuerzas mejor preparadas y con mayor experiencia de combate con las que contaba el Ejército Español. Este Ejército de África, cuya misión principal hasta 1936 había sido la defensa del Protectorado de Marruecos, estaba formado por la 1ª Legión (Ceuta) y la 2ª Legión (Melilla) del Tercio, con tres banderas cada una, más cinco grupos de Fuerzas Regulares Indígenas, con tres tabores (equivalentes, al igual que las banderas, a un batallón) de infantería y uno de caballería por grupo, seis batallones de cazadores y otros cuatro de ametralladoras, zapadores y transmisiones, apoyados por dos escuadrillas de aviones y una de hidroaviones.

Entre agosto y septiembre de 1936 y ayudados por los Savoia italianos y los Junkers alemanes, el grueso de estas fuerzas logrará sortear el bloqueo que los destructores republicanos mantenían en el estrecho de Gibraltar y plantarse en la península. Las aguerridas unidades de La Legión y los Regulares formarán una poderosa columna que pronto se pone en marcha hacia Madrid. El papel decisivo que estas experimentadas y profesionales fuerzas jugaron a lo largo de la guerra es sobradamente conocido. Sería precisamente durante la guerra civil, cuando La Legión Española alcance el máximo de sus efectivos, llegando a constituirse un total de dieciocho banderas.

En los combates desarrollados por el control de la carretera de La Coruña entre noviembre de 1936 y enero de 1937, como no podía ser de otra manera, las banderas de La Legión tuvieron un protagonismo de primer orden. A lo largo de este blog se han señalado diferentes episodios bélicos en los que participaron los legionarios. Prácticamente, puede decirse que estuvieron en todos los combates de importancia, continuando algunas de sus unidades en las posiciones de primera línea una vez que la batalla finalizó y el frente comenzó a estabilizarse.

En esta ocasión, y aprovechando algunos de los contenidos de la página Web, “Los Amigos del Tercio” vamos a reproducir algunas de las narraciones sobre la actuación del Tercio en el noroeste de Madrid en aquellos lejanos días.

Para llevar cierto orden, comenzaremos por el primer intento de las tropas de Franco por alcanzar la carretera de La Coruña, operación iniciada el 28 de noviembre de 1936 y que en este blog se ha tratado en apartados tales como “CEMENTERIO DE POZUELO” o “POZUELO DE ALARCÓN”. Según los contenidos que podemos encontrar en “Los Amigos del Tercio”:

“El 30 de noviembre prosiguió el avance sobre Madrid marchando la VII por el flanco derecho y después de conquistar la Casa del Marques de Larios, llegó a enlazar con la Columna del Teniente Coronel Bartomeu. La VII partió de la Colonia de la Cabaña, consiguiendo ocupar varios grupos de casas de Pozuelo, próximas al cementerio donde el enemigo se había fortificado por su situación dominante, quedó guarnecida por una Compañía. Como era de esperar, el bando republicano reaccionó violentamente y la Compañía que defendía La Atalaya tuvo que replegarse sobre la línea del Cementerio, habiendo sufrido más de la mitad de bajas en sus efectivos. Por su parte la Bandera tuvo ochenta y tres bajas, entre muertos y heridos.

La VII Bandera reanudaba la marcha sobre la capital el 1 de diciembre de 1937, formando la vanguardia del despliegue general, atacando por la izquierda el pueblo de Pozuelo. Ocupó en rápida progresión la denominada Colonia de la Paz para establecer dos posiciones atrincheradas, después de duro combate con un enemigo que, como habitualmente, ofreció tenaz resistencia. Al amanecer del siguiente día, en otro nuevo ataque que culminó en violento asalto, conquistó un grupo de casas inmediatas a la Colonia. Se estableció rápidamente a la defensiva con todas las unidades en línea y el flanco derecho protegido por fuerzas de Regulares. Desde la madrugada de este día y hasta el siguiente, 3 de diciembre, desencadenó el enemigo una serie de violentos ataques contra la Colonia defendida por la VII, con tres carros rusos en vanguardia y varios Batallones de Carabineros. Lucharon incansablemente por apoderarse de las posiciones, en medio de una lluvia torrencial que en muchos momentos dificultaba la visibilidad. Los parapetos saltaban destruidos unos tras otros por el fuego artillero de tal forma que los legionarios se defendían casi a pecho descubierto.

Las vanguardias enemigas consiguieron llegar hasta las mismas alambradas, pero allí, en enérgica y tenaz resistencia, fueron detenidos por los defensores. En sus intenciones no entraba para nada ceder ni un palmo de terreno. Frenaron todos los contraataques hasta el día 23, que fueron relevados. Los legionarios de la VII Bandera, una vez más, habían demostrado su bravura. Dejaron la situación perfectamente controlada. Entre las numerosas bajas habidas en estos combates se encontraba el Capitán González Pérez Caballero, Jefe accidental de la Bandera, el del heroico asalto a Badajoz al frente de la 16 Cía de la IV Bandera, donde se concedió la Laureada colectiva a la 16 Cía (luego 3ª Cía). Murió al efectuar una peligrosa salida con la 26 Cía de esta VII Bandera. También murió gloriosamente el de igual empleo Manuel Sanjurjo de Carricarte.”

En la misma página de “Los Amigos del Tercio” encontramos referencias a la actuación de la VIII Bandera de La Legión durante la segunda fase de la batalla de la carretera de La Coruña, la que se desarrolló en torno a Boadilla del Monte (mediados de diciembre de 1936) y que en este blog se ha tratado en apartados como “OBJETIVO BOADILLA”, “¡GEFALLEN!, o “TRINCHERAS VACÍAS” entre otros:

“La VIII continuó en este mes de diciembre de 1936 defendiendo las posiciones de Carabanchel Bajo, en las que la permanencia se hacía intolerable por las fuertes tormentas de lluvia y viento que azotaba de continuo. Esto impedía utilizar los caminos cubiertos, debido a lo cual el municionamiento y suministro se hacía con grandes dificultades. Los legionarios se encontraban faltos de todo, descalzos, semidesnudos la mayoría, en pleno invierno y sin otra esperanza que la de capturar algún prisionero para abrigarse con su ropa, puesto que al ser evacuado en retaguardia le darían con qué cubrirse. Pese a todas estas penalidades y sufrimientos la moral no decayó ni un momento. Los legionarios de la Colón, dando cumplimiento al espíritu de sufrimiento y dureza de su credo cantaban con optimismo y combatían en las trincheras encarnizadamente. Aquella era una manera, como otra cualquiera, de entrar en calor, y entre su peculiar idiosincrasia estaba el crecerse ante la desgracia.

Por fin, desaparecidos los obstáculos naturales que impedían el avance, prosiguió la Columna con la Bandera en vanguardia, llegando las guerrillas, en tres asaltos sucesivos, hasta las inmediaciones de Boadilla. En eso, tres carros aparecieron por la izquierda del pueblo, cayendo sobre ellos los legionarios, que pronto se deshicieron de dos, quemándolos y apoderándose del tercero. Explotando este éxito, avanzaban de manera impetuosa. Atacaron después, con granadas de mano, el Palacio del Duque de Sueca, convertido en baluarte por los milicianos. Conquistado el Palacio, se extendieron las Compañías por todo el pueblo, combatiendo duramente hasta las últimas horas de la tarde momento en el que, con la retirada de los últimos enemigos, finalizó la lucha. Quedaron en poder de la Bandera sesenta prisioneros y gran cantidad de víveres, armamento y material de guerra. Montados los servicios de vigilancia, se atendieron los heridos abandonados por el enemigo, retirándose al mismo tiempo los cadáveres que quedaron sobre el terreno.

Durante la mañana del 19 continuó el ataque para ocupar unas posiciones entre Boadilla y Majadahonda. Se entabló reñido combate en el que los milicianos perdieron hombres, armamento y el estandarte de la Primera Brigada Internacional, capturado por la 30 Cía. Los contraataques se sucedieron a un ritmo cada vez mas violento, poniendo más empeño el enemigo en reconquistar lo perdido que en conservar lo ocupado. No obstante, los legionarios rechazaban una y otra vez los constantes esfuerzos que realizaban los republicanos para recuperar sus primitivas posiciones. En una de estas acciones se distinguió notablemente el Teniente Karoly (llamado Inocencio Kadar Szaes), que con una Sección hizo frente al ataque de cuatro carros rusos y cuatrocientos milicianos que consiguieron llegar hasta las mismas alambradas. Durante varios minutos lucharon cuerpo a cuerpo, siendo rechazados finalmente a costa de veinte bajas de la Sección. Esta acción fue premiada con la concesión de la Medalla Militar al Teniente Karoly y la consiguiente felicitación a los hombres que con él participaron en la lucha.”

Por último, recogemos también algunas de las referencias que aparecen en “Los Amigos del Tercio” referidas a las últimas etapas de la batalla de la carretera de La Coruña (enero de 1937), y que dieron lugar al corte de la misma, pudiéndose consultar en este blog apartados tales como “POZO MISTERIOSO”, “UN CRUCE PELIGROSO” o “RESISTIR”, para complementar la información:

“La VIII Bandera reanudó el avance al amanecer del día 7 de enero de 1937. La resistencia opuesta por el enemigo fue dura desde los primeros momentos, sobre todo en el kilómetro 12 de la carretera de La Coruña. Allí el mando republicano parecía haber acumulado grandes efectivos en hombres y material. Los contraataques de su Infantería, bien apoyada por el fuego de la Artillería y gran número de carros, adquirieron gran dureza al tropezar con la denodada oposición de los legionarios. Se empeñaron violentísimos combates de corta duración, pero muy sangrientos. La Bandera hubo de desplegar todas sus Compañías, que, atacando y sin dar un momento de tregua, llegaron a hacer imposible toda resistencia. Avanzaban las guerrillas en saltos sucesivos con matemática precisión.

Los Oficiales llevaban sus Secciones con la serenidad de un ejercicio táctico y los legionarios se deslizaban por el terreno, ágiles y flexibles, con insuperable facilidad. El Padre Illundain, Capellán de la Bandera, marchaba en vanguardia, atendiendo espiritualmente a los que lo necesitaban. Las Baterías enemigas, diestramente manejadas por artilleros experimentados, causaban gran número de bajas entre las Compañías. Pese a todo se ocupó el Plantío y prosiguió el avance rebasándolo. Continúo la lucha entre ambas Infanterías, que veían disminuir sus efectivos de manera harto visible. Las bajas de la Bandera pasaron de cien, entre muertos, heridos y contusos. Entre los heridos se contaba el Capitán Médico, el Capellán y varios Oficiales, algunos de los cuales se negaron a ser evacuados, a pesar de estar hasta dos veces heridos, siendo un ejemplo admirable para su tropa. En esta compenetración entre el mando y la tropa estaba precisamente el secreto de las victorias obtenidas por los legionarios.

Sin tiempo para reponer estas numerosas bajas, la VIII Bandera salió el día 10 de enero de 1937 hacia Casa Oriol, dejando a la 30 Cía defendiendo las tapias de El Pardo.”

Según podemos leer en “Los Amigos del Tercio”, las máximas condecoraciones concedidas a personal de la VIII Bandera por su actuación durante la batalla de la carretera de La Coruña fue la Medalla Militar Individual al Teniente D. Inocencio Kadar Szas (19-12-36, Boadilla, Majadahonda): “La concesión de esta condecoración al teniente Kadar Sas, más conocido como Teniente Karoly, lo fue por su valerosa actuación en la ocupación de las posiciones situadas entre Boadilla del Monte y Majadahonda, el día 19 de diciembre de 1936. Recordemos que en el avance de las fuerzas nacionales hacia Madrid y con la ocupación de Boadilla del Monte, la Sección del Teniente Karoly hizo frente al contraataque de cuatro carros de combate rusos y a 400 milicianos, que intentaban recobrar las posiciones consiguiendo llegar hasta las mismas alambradas, pero fueron rechazados en lucha cuerpo a cuerpo, sufriendo 20 bajas en la Sección.”

La que podríamos denominar como “mística de los novios de la muerte” se explotó como arma psicológica durante toda la guerra por parte del Ejército Nacional. Más allá de mitos y leyendas, la realidad es que, en aquellos días del crudo invierno del 36/37, los legionarios sufrieron y causaron numerosísimas bajas en el noroeste de Madrid. La eficacia y profesionalidad de estas fuerzas de élite fueron uno de los puntos fuertes de las tropas atacantes, pero el objetivo principal, la ocupación de Madrid, no se alcanzaría hasta el final de la guerra.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Agradecimiento especial a Guillermo Poza (socio de Gefrema) por la información prestada.

Fotografía: Legionarios en el frente de Madrid, noviembre de 1936 (Arch. Fernández Larrondo).