lunes, 4 de abril de 2011

103) Granada metrallera (shrapnel)



GRANADA METRALLERA (SHRAPNEL)

En el post “TORMENTAS DE METAL Y FUEGO” , publicado en este blog en noviembre de 2009, me detenía un poco en el arma de Artillería. En aquel artículo se hacía un rápido recorrido por la historia y evolución de la artillería y sus características esenciales.

Como es sabido, los proyectiles de cañones y obuses reciben el nombre técnico de granadas artilleras. Durante la guerra civil española, en esencia, existían tres tipos de proyectiles artilleros: las granadas rompedoras, las granadas metralleras y las granadas con carga especial (incendiarias, gases tóxicos, octavillas de propaganda…). Hoy me detendré un poco en el segundo grupo: la granada de metralla, también conocida como shrapnel.

Las características básicas de este tipo de proyectil son su carga, compuesta por cientos de balines de plomo endurecido, y su espoleta de tiempos o de activación retardada, la cual permitía a los artilleros “programar” en que momento de su trayectoria debía de explosionar el proyectil. De esta manera, se lograba que la granada explosionara antes de tocar el suelo, varios metros por encima del objetivo. Al explotar el proyectil en altura, la carga de balines salía proyectada hacia delante en forma de cono, produciendo una auténtica granizada de plomo sobre el enemigo. La dimensión de ese cono de explosión variaba en función del calibre y del tipo de pieza empleada (obús o cañón). Para el calibre 75 mm, uno de los más empleados en este tipo de armas, la base del cono de explosión podía alcanzar 150 m de largo por 20 m de ancho. No cuesta mucho imaginar los terribles efectos que estos proyectiles debían de tener contra personal descubierto.

El antecesor de la granada metrallera o shrapnel fue el bote de metralla, un rudimentario tipo de proyectil muy empleado durante el siglo XVIII y que, como su propio nombre indica, consistía en un bote metálico cargado con objetos que, al romperse, actuaban como metralla (piedras, clavos, balas de mosquete…). Pero sería el artillero británico Henry Shrapnel (de quién recibió el nombre) el verdadero inventor de este “ingenio” militar, ya que consiguió diseñar un tipo de espoleta que permitía a los artilleros marcar el momento exacto de su explosión.

Fue precisamente España uno de los primeros lugares en los que el shrapnel sería empleado, concretamente, durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), en la que la artillería inglesa pudo comprobar su efectividad sobre la infantería francesa. Los testimonios de época hablan de las terribles heridas que los balines del shrapnel producían en los soldados que, a cuerpo descubierto y en formaciones cerradas, avanzaban por el campo de batalla. Especialmente espeluznante son los testimonios sobre las mutilaciones que los balines de plomo causaban en el rostro, arrancando narices, destrozando mandíbulas y abriendo horribles heridas en el cráneo. No olvidemos que la infantería de la época carecía de cualquier tipo de casco o protección para la cabeza, y que actuaba en formaciones lineales, compactas y profundas, lo que multiplicaba la acción destructiva de las granadas metralleras. Su efecto debía de ser como si te disparasen desde el cielo.

A lo largo del siglo XIX, el shrapnel fue experimentando diferentes mejoras y modificaciones en su diseño (espoleta, carga explosiva, materiales…), lo que permitió ampliar su poder mortífero. En la Primera Guerra Mundial (1914-1918) la granada metrallera fue masivamente utilizada en un diseño similar al que se emplearía años después, durante la guerra civil española. Este diseño era sencillo pero efectivo: en la base de la envoltura o cuerpo del proyectil se situaba el explosivo que debía de proyectar la carga de balines, para activar ese explosivo, la espoleta de tiempos, convenientemente programada, enviaba al activarse un potente chorro de fuego a través de un tubo interno que la comunicaba con la carga explosiva de la base, lo que provocaba su detonación y la proyección de los balines (para una mejor comprensión, ver dibujo de arriba, realizado por J. Millán Lavin.).

Son muchos los testimonios que podemos encontrar sobre la utilización de granadas metralleras durante la Primera Guerra Mundial y sus letales efectos en la tropa que intentaba salvar la tierra de nadie para atacar alguna posición enemiga. Testimonios que bien podrían servir para la guerra civil española, pues el uso que se hizo de este arma fue muy similar en ambos conflictos.

La guerra de posiciones terminaría limitando las posibilidades del shrapnel, puesto que las trincheras y fortificaciones proporcionaban una protección relativamente efectiva contra las temidas lluvias de plomo, pero me consta que en los frentes estables de nuestra guerra civil, las granadas metralleras se siguieron empleando masivamente por ambos ejércitos. Además de cómo arma ofensiva, el shrapnel se utilizó con frecuencia para corregir el tiro de la artillería, ya que el proyectil, al estallar sobre los objetivos, provocaba una densa nube blanca en el cielo que servía como referencia a los observatorios.

Es relativamente frecuente encontrar balines de granadas metralleras al pasear por los viejos escenarios bélicos. Su aspecto es el de una especie de tosca canica de plomo. He tenido ocasión de encontrar varios de ellos en los múltiples paseos que realizo por lo que fueron campos de batalla y líneas del frente, pero hace pocos días me topé con un hallazgo realmente llamativo. Paseaba por lo que queda de unas trincheras republicanas en Las Rozas, cuando me llamó la atención un pequeño trozo de metal oxidado que asomaba en el terreno. Al comenzar a desenterrarlo para ver de qué se trataba, comenzaron a aparecer decenas de balines de una granada metrallera. Seguí excavando con cuidado y pude comprobar que el trozo de metal oxidado que me había llamado la atención correspondía a una espoleta de tiempos detonada, junto a ella, apareció también la pieza circular (con su correspondiente orificio por el que pasaba el tubo conductor de fuego) que separaba el explosivo de la carga de balines del proyectil.

Es decir, que me había topado con lo que quedaba de un shrapnel que, setenta años antes de que yo pasara por allí, había estallado defectuosamente ya que, aunque la espoleta se había activado correctamente, por algún motivo (posiblemente fallo del explosivo) la carga de balines no había salido proyectada, cayendo el proyectil en el suelo sin causar mayor daño. Del cuerpo o vaso no encontré ni rastro, pero era evidente que, más o menos quebrado, el proyectil había caído entero en ese lugar y que después (¡a saber cuándo y cómo!), el vaso había desaparecido. Quizás, en algún momento, alguien lo cogió, vaciando al hacerlo su contenido.

Fuera como fuese, el caso es que allí estaban los restos de una inservible espoleta (muy deteriorada por el paso del tiempo), la oxidada pieza interior de una granada metrallera y buena parte de su carga de balines (cerca de trecientos). Para que los lectores y lectoras de este blog puedan hacerse una idea más exacta de cómo era este tipo de proyectiles he encabezado este post con una fotografía en la que aparecen los hallazgos de los que hablo junto a un vaso de proyectil. Un vaso que, aunque encontrado hace tiempo y en un lugar totalmente distinto, corresponde al de una granada metrallera o shrapnel.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía de JMCM
Dibujo de J. Millán Lavin