sábado, 2 de diciembre de 2017

156) Del tiempo en el que las bombas estallaban en la Dehesa de Navalcarbón


DEL TIEMPO EN EL QUE LAS BOMBAS ESTALLABAN EN LA DEHESA DE NAVALCARBÓN

Cuesta creer que en un lugar tan apacible y agradable como es hoy en día la Dehesa de Navalcarbón, hace unos 80 años estallasen las bombas de manera cotidiana.


Para encontrar evidencias de todo ello no es imprescindible excavar. Los fragmentos de metralla aparecen a simple vista, sobre el mismo suelo por el que a diario se pasea o se hace deporte. Para la inmensa mayoría de la gente no son más que viejos trozos de hierro oxidado sin ningún interés, asociándolos a desperdicios que en algún momento fueron arrojados en la dehesa.

Pero el observador atento se dará cuenta de que esos fragmentos metálicos de curiosas formas corresponden a metralla artillera.

En las excavaciones arqueológicas realizadas recientemente en Navalcarbón hemos localizado un importante número de trozos de metralla procedente de proyectiles artilleros de diferentes calibres. También hemos encontrado fragmentos de espoletas y de bandas de forzamiento.


Junto a estos restos de pequeño tamaño, hemos recuperado otros algo mayores, entre los que destacan el culo fragmentado de una granada rompedora de 105 mm y un cuerpo completo de una granada metrallera de 75 mm.

Culo de una granada rompedora de 105 mm recuperada en Navalcarbón

Las granadas rompedoras eran proyectiles huecos que llevaban una carga explosiva en su interior. Cuando el explosivo era detonado por acción de la espoleta, la carcasa del proyectil se rompía en múltiples fragmentos, convirtiéndose en metralla y causando destrucciones y terribles heridas, a lo que habría que sumar los efectos de la onda expansiva.

Cuerpo de granada metrallera ("shrapnel") y algunos de sus característicos balines de plomo endurecido recuperados en  Navalcarbón

La granada metrallera, también conocida como “shrapnel”, era un tipo de proyectil con una carga compuesta por cientos de balines de plomo endurecido. Tenía una espoleta de tiempos o de activación retardada, la cual permitía a los artilleros “programar” en que momento de su trayectoria debía de explosionar el proyectil. De esta manera, se lograba que la granada explosionara antes de tocar el suelo, varios metros por encima del objetivo. Al estallar el proyectil en altura, la carga de balines salía proyectada hacia delante en forma de cono, produciendo una potente granizada de balines de plomo sobre el objetivo.

Terribles ingenios, mortíferos artefactos de los que todavía es posible encontrar restos en la Dehesa de Navalcarbón. Unos restos que dan testimonio del trágico pasado bélico vivido en los mismos lugares en los que hoy practicamos deporte, celebramos fiestas o disfrutamos de agradables paseos.

Otros artículos publicados en este blog sobre estos temas:

"TORMENTAS DE METAL Y FUEGO" (Diciembre de 2009).

"GRANADA METRALLERA" (Abril de 2011). 


(Excavación de fortines en la Dehesa de Navalcarbón. Las Rozas de Madrid, noviembre de 2017. Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid)

155) Granadas de mortero Valero en Navalcarbón


GRANADAS DE MORTERO VALERO EN NAVALCARBÓN

Fragmentos de tres granas de mortero Valero de 50 mm recuperados en las excavaciones que se están realizando en la Dehesa de Navalcarbón:


Dos ojivas.
Dos cuerpos.
Tres culotes de cartuchos de proyección.
Fragmentos de ojiva, cuerpo, bandas de conducción y otros restos.

Ni rastro de las características colas estabilizadoras con seis aletas que llevaban estas granadas.

Todo apunta (es una hipótesis) a que estos proyectiles fueron inutilizados y abandonados en el mismo lugar en el que han aparecido. Posiblemente, por los servicios militares de recuperación y desactivación de material de guerra que trabajaron en la zona al finalizar la contienda.

El “Mortero Ligero de Infantería y Caballería Valero de 50 mm” se declaró reglamentario en el Ejército Español en 1932. La granada tenía una carga explosiva de 125 gramos de trilita y su alcance máximo rondaba los 1.000 m, con un radio de acción de unos 50 m.


Durante la Guerra Civil, con diversas modificaciones en los proyectiles, fue utilizado masivamente por ambos ejércitos.

Más información sobre morteros y su empleo en el frente de Las Rozas en el artículo "A morterazo limpio", publicado en este blog en julio de 2010. Pinchar aquí para leer artículo.


(Excavación de fortines en la Dehesa de Navalcarbón. Las Rozas de Madrid, noviembre de 2017. Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid)

154) Munición en la Dehesa de Navalcarbón


MUNICIÓN EN LA DEHESA DE NAVALCARBÓN


Los numerosos restos de munición que están apareciendo en las excavaciones de Navalcarbón corresponden, principalmente, a tres tipos: Máuser 7mm, 303 British y Mosin-Nagant.

Restos de munición Mauser 7 mm. recuperados en Navalcarbón.


El Máuser 7 mm era el fusil reglamentario del Ejército Español al estallar la Guerra Civil y, por tanto, ampliamente utilizado por ambos ejércitos durante la contienda. La munición Mauser 7 mm podía ser empleada también en armas automáticas como la ametralladora Hotchkiss (reglamentaria en el Ejército Español en 1936), la Colt-Browning o los fusiles ametralladores Hotchkiss o Ecia.

Restos de munición 303 British recuperados en Navalcarbón.

El cartucho 303 British era la munición del fusil Lee-Enfield. Su calibre era de 7,7 mm y podía ser empleado en diversas armas automáticas, tales como la ametralladora Vickers o el fusil ametrallador Lewis. En el frente de Madrid, los restos de este tipo de munición suelen aparecer vinculados a posiciones republicanas.

Restos de munición Mosin-Nagant 7,62 mm recuperados en Navalcarbón.

Durante la Guerra Civil, el fusil Mosin-Nagant llegó a España en grandes cantidades procedente de la URSS. Su calibre era de 7,62 mm. Esta munición también era empleada en armas automáticas como la ametralladora Maxim, la Colt-Browning o el fusil ametrallador Degtyarev. El fusil Mosin-Nagant fue masivamente empleado por el Ejército Popular de la República.



(Excavación de fortines en la Dehesa de Navalcarbón. Las Rozas de Madrid, noviembre de 2017. Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid)


sábado, 4 de noviembre de 2017

153) A pico y pala


A PICO Y PALA

Las herramientas que utilizamos en las excavaciones arqueológicas son las mismas que empleaban los zapadores y los batallones de obras y fortificaciones durante la Guerra Civil.

Excavar trincheras o desenterrar fortines hoy en día hace pensar en quienes los construyeron. Irremediablemente, meditas sobre lo que tuvieron que pensar, que sentir, que sufrir… Es fácil ponerte en su lugar, pues realizas una actividad similar y en el mismo sitio en el que ellos la realizaron.

No hay muchas diferencias entre el trabajo que realizaban quienes cavaban trincheras con fines bélicos, y el que, ochenta años después, realizamos quienes las desenterramos por cuestiones históricas y culturales. 

En ambos trabajos hay que abrir la tierra a pico y pala. Una actividad dura, lenta y cansada. Golpe a golpe, paletada a paletada, se va profundizando en el terreno, respirando el polvo de la tierra cuando está seca, o sintiendo el olor y la impregnación de la tierra húmeda. Polvo, barro, sudor, cansancio…

Pero las posibles similitudes terminan ahí. Nosotros no realizamos esta labor obligados por las circunstancias, no sufrimos la presión y el estrés que causa el constante hostigamiento del enemigo, la amenaza de recibir una herida, las carencias de todo tipo que supone la permanencia en el frente. 

Nosotros, al terminar la jornada, podemos asearnos y descansar tranquilamente, disfrutar con la familia y los amigos. No sufrimos la tortura cotidiana de los parásitos, la incomodidad de no poder cambiarse de ropa en varios días, de tener que dormir sin intimidad en incómodos abrigos o chabolas, de subsistir con una pobre y monótona dieta alimenticia.

Sobre todas estas cosas reflexionas cuando hoy en día excavas trincheras, desentierras fortines o prospectas en campos de batalla y, con el metálico sonido de fondo que causan los picos y las palas al chocar con la tierra y las piedras, no puedes dejar de pensar en la terrible, cruda y triste realidad que supone una guerra.

(Excavación de fortines en la Dehesa de Navalcarbón. Las Rozas de Madrid, noviembre de 2017. Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid)

152) Hacía unos 80 años que nadie pisaba este suelo


HACÍA UNOS 80 AÑOS QUE NADIE PISABA ESTE SUELO

Para llegar al suelo de este fortín ha habido que picar, remover y palear hasta 1,80 m de tierra, escombro, cascajo de piedra y todo tipo de basuras y residuos. 

Una colmatación que se inició al poco de terminar la guerra, cuando los chatarreros destruyeron la cubierta de hormigón para extraer los raíles de ferrocarril que conformaban su estructura, inundando con los cascotes y deshechos todo el interior de la fortificación. Después, años y años de acumulación de tierras arrastradas por las lluvias, de raíces y hojas en descomposición, y de multitud de desperdicios provenientes de la actividad humana.

Hoy, tras permanecer casi 80 años enterrado, el fino pavimento de cemento irregular sale a la luz y, por primera vez desde entonces, unas botas vuelven a pisar el mismo suelo que pisaron las tropas que ocuparon esta posición. 

(Excavación de fortines en la Dehesa de Navalcarbón. Las Rozas de Madrid, noviembre de 2017. Plan Regional de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid)

sábado, 30 de septiembre de 2017

151) Arqueología de la Guerra Civil en Las Rozas de Madrid




ARQUEOLOGÍA DE LA GUERRA CIVIL EN LAS ROZAS DE MADRID


En fechas recientes, la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid (DGP) ha hecho pública su decisión de desarrollar un Plan Regional para la rehabilitación, promoción y musealización de las fortificaciones de la Guerra Civil existentes en la región (pinchar aquí para ver noticia). Entre los primeros lugares en los que se va a actuar se encuentra Las Rozas de Madrid, en donde, de manera inminente, se va a realizar una importante actuación arqueológica en la Dehesa de Navalcarbón, lugar de especial relevancia en lo que se refiere a arquitectura defensiva por el gran número de restos que se conservan y en el que historia y naturaleza se combinan de manera equilibrada y armónica.


Desde Frente de Batalla, que a través  de diversas labores de estudio y catalogación, así como de numerosas actividades divulgativas (rutas, publicaciones, conferencias, etc.), llevamos muchos años intentando hacer ver la importancia que tiene este singular patrimonio, el plan de la DGP nos parece una buena noticia que, además de suponer un cambio muy significativo respecto a la consideración que, hasta tiempos recientes y en líneas generales, han recibido estos vestigios históricos, supone también un claro reconocimiento a la relevancia y al enorme potencial que tienen las fortificaciones existentes en Las Rozas de Madrid.

 Algunas de las fortificaciones que se conservan en la Dehesa de Navalcarbón.


Por todo ello, nos parece un momento oportuno para hacer memoria y recordar algunas de las principales actuaciones de tipo arqueológico e historiográfico llevadas a cabo en el municipio en los últimos años, y que, poco a poco, han contribuido al conocimiento, estudio, preservación y divulgación de la arquitectura militar de la Guerra Civil.


Pero primero, situemos en su contexto histórico las fortificaciones que se conservan en el municipio roceño.


CONTEXTO HISTÓRICO DE LAS FORTIFICACIONES EXISTENTES EN LAS ROZAS DE MADRID


A principios de 1937, durante la fase final de la batalla de la carretera de La Coruña, el municipio de Las Rozas de Madrid se convirtió en un cruento campo de batalla que obligó a la evacuación de toda su población. Los vecinos pasarían el resto de la guerra como desplazados y refugiados en pueblos alejados de las zonas de combate, tales como Torrelodones y, sobre todo, Hoyo de Manzanares. El 4 de enero, tras intensa lucha, las tropas de Franco ocupaban la población y se establecían en plan defensivo, siendo capaces de resistir los duros contraataques republicanos que se desarrollaron hasta mediados de ese mismo mes. Como consecuencia de esta batalla quedó perfilada una línea de frente en la que el caserío de Las Rozas se convirtió en primerísima línea de fuego. La estabilización de ese frente dio paso a una guerra de trincheras que se alargaría hasta el final de la contienda, y en la que ambos ejércitos seguirían protagonizando pequeñas acciones de combate (golpes de mano, guerra de minas, operaciones locales…) y continuas labores de fortificación encaminadas a mejorar y consolidar sus respectivas posiciones. Los trabajos de fortificación alcanzarían su máxima expresión a partir de mediados de 1938, momento en el que las comandancias de ingenieros desarrollaron sistemas defensivos meticulosamente estudiados y planificados. A este periodo pertenecen la práctica totalidad de las fortificaciones que se conservan  en Las Rozas. 

Tras la guerra, comenzaron las labores de reconstrucción del pueblo, llevadas a cabo principalmente por el organismo denominado Regiones Devastadas. En los primeros años de posguerra, las numerosas fortificaciones y demás obras defensivas sufrieron una intensa actividad chatarrera encaminada a recuperar todos los elementos metálicos de sus estructuras, lo que supuso la destrucción parcial de muchas de estas construcciones. Durante décadas, estas fortificaciones quedaron a merced del paso del tiempo y del olvido.

 Aspecto que ofrecían las calles de Las Rozas de Madrid al finalizar la guerra.

TRABAJOS ARQUEOLÓGICOS

Se tardaría mucho tiempo en comenzar a ver estas construcciones como vestigios históricos que debían ser conservados. La falta de medidas de protección supuso, hasta tiempos muy recientes, la desaparición de numerosos restos, especialmente, como consecuencia de la intensa actividad urbanística desarrollada en los últimos años. En este sentido, resulta significativo que el Plan General de Ordenación Urbana de Las Rozas, vigente desde el año 1994, no incluyese un Catálogo de Bienes Protegidos; también, el hecho de que en los trabajos arqueológicos de prospección  que puntualmente se desarrollaban en el municipio, las fortificaciones de la Guerra Civil nunca fueran tenidas en cuenta, lo que impedía que éstas pudieran ser inventariadas e incluidas en la Carta Arqueológica de la Comunidad de Madrid, posibilitando de esa manera su destrucción. La Marazuela, El Montecillo, El Cantizal, El Lazarejo, Rozas Village, Parque Empresarial… son algunos de los nombres que componen la larga lista de lugares en los que las actuaciones urbanísticas y de infraestructuras de los últimos años se han llevado por delante un gran número de fortificaciones de la Guerra Civil en el municipio roceño.


Serían primero unas pocas personas a título personal y, algo después, asociaciones de tipo cultural, las que iniciasen una ardua y, muchas veces, frustrante labor de catalogación, estudio y reivindicación de la importancia histórica de estas construcciones que, de manera reiterada, seguían desapareciendo al compás de la intensa actividad urbanística y de la apatía que acostumbraban a mantener las administraciones con competencias en la materia.


Miembros del Grupo de Estudios del Frente de Madrid (GEFREMA) visitando las fortificaciones del Arroyo de La Retorna, en Las Rozas de Madrid (enero de 2009) 

Visita de GEFREMA a las fortificaciones del Arroyo de La Puentecilla, en Las Rozas de Madrid (enero de 2010)

Habría que esperar hasta el 2006 para que en Las Rozas de Madrid se realizasen las primeras peritaciones arqueológicas de carácter oficial que documentasen este tipo de vestigios. En abril de aquél año se elaboraba el Anteproyecto de cierre de la M-50 (El Pardo), que contaba con una prospección arqueo-paleontológica en la que, aunque de una manera muy superficial e incompleta, figuraban por primera vez algunos de los fortines y trincheras que se conservan en el municipio.  En octubre de ese mismo año, el arqueólogo David Urquiaga Cela dirigía el informe titulado  Prospecciones en las zonas afectadas por la revisión-adaptación del PGOU del término municipal de Las Rozas (Madrid), en donde las fortificaciones de la Guerra Civil tenían ya una destacada presencia. Ambos trabajos fueron presentados en las IV Jornadas de Patrimonio Arqueológico de la CAM, que se celebraron en noviembre de 2007 en el Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares.

 Actas de las IV Jornadas de Patrimonio Arqueológico en la CAM (2007) en las que se recogían las prospecciones realizadas en Las Rozas que incluían, por primera vez, algunos de los restos de fortificaciones existentes en el municipio.


Con anterioridad a estas actuaciones oficiales, Javier M. Calvo Martínez, historiador, vecino de Las Rozas y miembro del Grupo de Estudios del Frente de Madrid (GEFREMA), ante la sistemática destrucción que venía sufriendo el patrimonio vinculado a la Guerra Civil, había comenzado a realizar una catalogación lo más completa posible de los restos que se conservaban en el municipio. Este trabajo de catalogación se basaba en un exhaustivo trabajo de campo y en un profundo estudio documental en los fondos de diversos archivos históricos. Desde el año 2008, parte de los resultados de estas investigaciones comenzaron a ser publicadas en el blog Frente de Batalla, y en 2012 quedaba finalizado el Inventario de restos del frente de Las Rozas de Madrid, trabajo respaldado por GEFREMA con el propósito de contribuir al estudio, preservación y puesta en valor del patrimonio de la Guerra Civil, que se puso a disposición de la DGP y del Ayuntamiento de Las Rozas de Madrid a través de su Concejalía de Cultura. 

 Portada del Inventario de restos del frente de Las Rozas de Madrid, elaborado por Javier M. Calvo Martínez.


Este inventario fue presentado en noviembre de 2012 en la Escuela Superior de Hostelería y Turismo, dentro de las Primeras Jornadas sobre la Guerra Civil en Madrid organizadas por GEFREMA, y, en noviembre de 2013, se hizo lo propio en las Primeras Jornadas de Patrimonio de Pinto. Lamentablemente, y a pesar de los reiterados ofrecimientos realizados, no fue posible hacer una presentación en Las Rozas, lo que habría servido para dar a conocer a los vecinos los resultados de este trabajo y la importancia, tanto cuantitativa como cualitativa, del patrimonio vinculado a la Guerra Civil que se conserva en el municipio.

 Presentación del inventario en las Iª Jornadas sobre la Guerra Civil organizadas por GEFREMA (2012).
 Presentación del inventario en las Iª Jornadas de Patrimonio de Pinto (2013.)


En los primeros meses de 2013 entraba en vigor la Ley 3/2013 de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid. Esta ley, muy criticada y cuestionada, y que con toda seguridad tendrá que ser revisada y modificada en algunos de sus aspectos, incluía por primera vez las fortificaciones de la Guerra Civil como elementos patrimoniales a proteger. La misma ley, obligaba a los ayuntamientos a completar o formar sus catálogos de bienes y espacios protegidos en el plazo máximo de un año. Pocos meses después, la Concejalía de Urbanismo atendía este requerimiento, convirtiéndose Las Rozas de Madrid en uno de los primeros (y, hasta la fecha, de los pocos) municipios en realizar su correspondiente catálogo.


Siguiendo las directrices exigidas por la DGP, el 12 de diciembre de 2014 se entregaba el correspondiente Proyecto de Actuaciones Arqueo-paleontológicas, Catálogo Geográfico de Bienes Inmuebles del Patrimonio Histórico de Las Rozas de Madrid. La dirección de los trabajos arqueológicos correspondió a  David Urquiaga Cela y, para todo lo referente a arquitectura defensiva, se contó con el asesoramiento y la colaboración de Javier M. Calvo Martínez, que se incorporó al equipo técnico por la importancia del patrimonio vinculado a la Guerra Civil que existía en el municipio. En abril de 2015 se finalizaba el catálogo que, en lo referente a vestigios bélicos, recogía casi 70 fortines (69 para ser exactos, a los que habrá que sumar los existentes en algunas fincas privadas en las que todavía no ha sido posible acceder para realizar las labores de inventariado), restos de 14 refugios, cientos de metros de trincheras y algunas pistas y caminos militares. Este trabajo fue presentado en la jornada Fortificaciones del siglo XX. Investigación, conservación y puesta en valor de la arquitectura defensiva de la Guerra Civil, organizada por la DGP en junio de 2016 y cuyas ponencias serán publicadas próximamente.

Ponencia sobre los restos de la Guerra Civil en el Catálogo de bienes y espacios protegidos de Las Rozas de Madrid, dentro de la Jornada Fortificaciones del siglo XX organizada por la DGP en junio de 2016.


Todos los vestigios de la Guerra Civil inventariados en el Catálogo de Bienes y espacios protegidos de Las Rozas de Madrid quedaron inscritos como figuras de Protección Específica, denominados “yacimientos arqueológicos documentados”, lo que, entre otras cosas, supone que, previa a cualquier tipo de actuación urbanística en el entorno de estos yacimientos, se deberá hacer una intervención arqueológica con los procedimientos y diligencias exigibles por la legislación sectorial en materia de Patrimonio Histórico. De esta manera, dejaba de ser posible la destrucción indiscriminada de los fortines y otras estructuras defensivas, tal y como había sido la tónica habitual durante décadas.


Como claros ejemplos de esta nueva situación respecto a la consideración y tratamiento que ha comenzado a recibir el patrimonio histórico vinculado a la Guerra Civil, tenemos las dos primeras excavaciones arqueológicas de este tipo de vestigios que se han realizado en Las Rozas. Estas actuaciones han consistido en la realización de unos sondeos manuales y mecánicos en unas trincheras documentadas en una parcela de La Marazuela, y en la excavación de un fortín en una parcela del Parque Empresarial de Monte Rozas. Pasemos a describir, de manera muy resumida, en qué han consistido estos trabajos.


ACTUACIÓN EN LA MARAZUELA


En el verano de 2016, coincidiendo con el 80 aniversario del inicio de la Guerra Civil, volvían a abrirse trincheras en el municipio de Las Rozas, pero esta vez no con fines bélicos, sino por motivos históricos y culturales. Esta actuación se dividió en dos fases. La primera se realizó en agosto de 2016 y consistió en la realización de una serie de prospecciones y sondeos manuales con el fin de localizar unas trincheras de las que se tenía constancia por el estudio de la cartografía y la documentación de época, pero de las que apenas se conservaban vestigios apreciables en superficie. Los sondeos permitieron definir con bastante precisión el trazado que seguían las trincheras y la entidad de las mismas. En superficie, muchos de estos elementos habían sido destruidos totalmente por las labores agrícolas y las actuaciones urbanísticas desarrolladas en la zona en los últimos años, sin embargo, los trabajos de excavación aportaron importante información sobre las características y tipología de este sistema defensivo.

 Realización de sondeos manuales en La Marazuela para la localización y documentación de trincheras (agosto de 2016).

 Sondeos mecánicos en La Marazuela (febrero de 2017).

El informe de estas primeras actuaciones fue remitido a la DGP, que estimó oportuno la realización de nuevos sondeos, esta vez, con ayuda de maquinaria para agilizar los trabajos e incrementar la información que pudiera obtenerse. Los sondeos mecánicos se realizaron en febrero de 2017 y sirvieron para tener una visión más clara del sistema defensivo que existió en esta zona y sus características. Durante estos trabajos fueron localizados también diferentes materiales bélicos, principalmente, restos de cartuchería, metralla y fragmentos de granadas de mortero, una de ellas sin explosionar, por lo que fue necesario avisar a los artificieros de la Guardia Civil que, una vez analizado el proyectil, y ante su peligrosidad, decidieron detonarlo en el mismo lugar en el que había sido localizado.

Hallazgo de una granada de mortero Valero de 50 mm sin explosionar duarnte los sondeos de La Marazuela.


Las conclusiones a las que se llegó tras los trabajos de campo y el análisis de la documentación consultada (entre la que se incluía cartografía y fotografías aéreas procedentes de vuelos de reconocimiento realizados durante la guerra) fueron que las trincheras que habían existido en la parcela objeto de este estudio databan de finales de 1938 y formaron parte de la primera línea del denominado Subsector nº2, de la 8ª División, del II Cuerpo de Ejército republicano. Su defensa había correspondido al Batallón de Ametralladoras nº 8 y al Batallón Disciplinario de Combate del II C. E,  habiendo sido zapadores pertenecientes a esta gran unidad los principales encargados de su construcción. 

Según se desprendió del estudio de la fotografía aérea, estas trincheras consistían fundamentalmente en ramales de comunicación que conducían hasta las avanzadillas republicanas que hacían frente a las posiciones franquistas establecidas en el Cerro de La Paloma y otras alturas colindantes. De las dos trincheras principales, que atravesaban la actual parcela de norte a sur, salían pequeños ramales que comunicaban ambas trincheras y enlazaban éstas con las vaguadas de los arroyos cercanos para aprovechar las depresiones que forman en el terreno a modo de caminos cubiertos. Además, las trincheras contaban con diferentes puntos que por su tipología y ubicación parecían corresponder con pozos de tirador. 

En cuanto a sus características, las trincheras respondían a las disposiciones generales que recogían las normativas de fortificación del momento en el que habían sido construidas: zanjas excavadas a pico y pala, de aproximadamente 1,80 m de profundidad, 0,90 m de ancho y trazado zigzagueante. Como curiosidad, se pudo comprobar que el suelo de algunos tramos estaba solado con ladrillos macizos con el fin de facilitar el tránsito por ellas y, en la medida de lo posible, evitar los charcos y el barro en el interior de las mismas.

 Fotografía en la que puede apreciarse el solado de ladrillos que tenían las trincheras de La Marazuela.


Los resultados y conclusiones de estos trabajos se entregaron a la DGP a través de la correspondiente Memoria Final.


ACTUACIÓN EN EL PARQUE EMPRESARIAL


La segunda y, hasta la fecha, última excavación arqueológica de restos de la Guerra Civil llevada a cabo en el municipio de Las Rozas se realizó en el mes de  junio de 2017. El lugar fue una parcela ubicada en el Parque Empresarial de Monte Rozas en el que había sido catalogado un fortín del que, en superficie, apenas se conservaban algunos grandes cascotes de lo que había sido su cubierta y escasos restos de muros de mampostería. 

Trabajos arqueológicos en el fortín del Parque Empresarial (junio de 2017).

Sin embargo, la excavación total del mismo permitió descubrir una gran estructura de planta rectangular y frontal semicircular, con una profundidad de 1,80 m y muros de 1 m de grosor. El acceso se encontraba situado en un lateral de la fortificación y contaba con un escalón construido en ladrillo macizo. En el interior, bajo las dos troneras que se abrían en el muro frontal, aparecieron dos estructuras, construidas también en ladrillo macizo, que servían para instalar las ametralladoras. El suelo estaba toscamente pavimentado con una capa de cemento irregular, y, en él, fueron apareciendo diferentes objetos, entre los que destacaban varias vainas de Mosin Nagant (munición de fabricación soviética).

Especialmente curioso resultó encontrar en un esquinazo de la construcción una lata redonda en cuyo fondo se habían practicado multitud de pequeños agujeros, lo que, unido a señales que evidenciaban la realización de fuego, parecía indicar que había sido utilizada para asar bellotas de las muchas encinas que todavía existen en la zona. También fue llamativo el hallazgo que se produjo al desenterrar el relleno con el que se había colmatado el ramal de acceso, ya que aparecieron dos bloques de cemento solidificados que correspondían al contenido de dos sacos de tela que, al endurecerse el cemento por efecto de la humedad y desaparecer la tela por el paso del tiempo, habían actuado como un molde, dando a los bloques de cemento la forma de los sacos y dejando impresas en ellos las marcas de la tela de arpillera.


 Bloques de cemento con la forma de sacos y la impronta dejada por la tela de arpillera que aparecieron en el relleno del ramal de acceso al fortín del Parque Empresarial.


Pero, más allá de los diferentes hallazgos, lo más importante de esta actuación fue el haber podido realizar, por primera vez en Las Rozas, una excavación arqueológica completa de un fortín. Este fortín, cuyas características básicas señalábamos más arriba, corresponde a un modelo estandarizado de nido de ametralladoras con el que la 8ª División del ejército republicano fortificó su frente a partir de mediados de 1938: puestos para arma automática, con muros de mampostería y una cubierta consistente en una gran losa de hormigón en masa que descansaba sobre un emparrillado de raíles de ferrocarril. Este modelo es muy abundante en el municipio de Las Rozas. Todos ellos han perdido total o parcialmente su cubierta debido a la actividad chatarrera desarrollada durante la posguerra para la recuperación de los elementos metálicos con los que fueron construidos.

 Aspecto que ofrecía el fortín del Parque Empresarial en los primeros compases de la excavación.

Interior del fortín del Parque Empresarial al concluir la excavación.

El fortín excavado pertenecía a la denominada Línea de Detención, una segunda línea defensiva que se extendía desde la orilla derecha del río Manzanares hasta la orilla izquierda del río Guadarrama y en la que los republicanos realizaron multitud de obras defensivas con el fin de poder frenar una eventual ruptura del frente por parte de las tropas franquistas. Aunque actualmente ha quedado aislado y desvinculado de otros restos debido a la intensa actividad urbanística y a la construcción de infraestructuras (especialmente la M-50), el fortín estudiado formaba parte de la misma posición a la que pertenecen las fortificaciones que se conservan en la Dehesa de Navalcarbón, es decir, a uno de los ocho Centros de Resistencia que conformaban la Línea de Detención en este subsector del frente republicano, en concreto al C. R. nº 7, construido por el Batallón de Zapadores del II Cuerpo y por la I ª Compañía del 55 Batallón de Obras y Fortificaciones, y cuya defensa correspondía a la 111ª Brigada Mixta.


Ejemplos de fichas de materiales recuperados durante las actuaciones arqueológica.

Las dos actuaciones arqueológicas que acabamos de ver se enmarcan dentro de proyectos urbanísticos de carácter privado. Son consecuencia directa de la Ley 3/2013 de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid y de la elaboración del Catálogo de bienes y espacios protegidos de Las Rozas, que han supuesto un antes y un después respecto al procedimiento a seguir a la hora de realizar actividades urbanísticas en los lugares en los que se conserve este tipo de patrimonio histórico, ya que, cualquier actuación que pueda suponer una alteración de los lugares en los que existen vestigios de la Guerra Civil tendrá que contar previamente con los pertinentes estudios e informes arqueológicos e historiográficos que marca la ley, y se deberá  garantizar la protección y restauración de los restos más relevantes.


Se abre así un amplio campo de investigación y conservación que, poco a poco, irá arrojando más luz sobre la cruda realidad que supuso la guerra de trincheras que se desarrolló en el frente madrileño tras las grandes batallas. Una modalidad bélica poco estudiada hasta la fecha en la que se vieron inmersos miles de combatientes de uno y otro ejército, y sobre la que los trabajos arqueológicos pueden ir aportando mucha información.


ACTUACIÓN ARQUEOLÓGICA EN LA DEHESA DE NAVALCARBÓN


La inclusión del municipio en el Plan Regional de fortificaciones de la Comunidad de Madrid supone un importante reconocimiento y apoyo al trabajo e iniciativas que, tal y como hemos repasado a lo largo de este artículo, llevamos realizando desde hace años diferentes personas, asociaciones y entidades. El lugar elegido para esta primera actuación de carácter público en el patrimonio de la Guerra Civil que se conserva en el municipio será la Dehesa de Navalcarbón, en donde existe un importante conjunto de fortificaciones integradas en un bello entorno natural, de agradable paseo y fácil accesibilidad.

 Portada del anteproyecto elaborado por la Asociación Histórico-Cultural Cierzo y que ha servido como base para la actuación que se va a realizar en la Dehesa de Navalcarbón.


La actuación se dividirá en dos fases: una primera consistirá en una completa intervención arqueológica que supondrá la limpieza y el estudio técnico y documental de todas las fortificaciones y obras defensivas que se conservan en la dehesa; y una segunda fase de restauración, conservación y musealización, encaminada a promocionar y fomentar su vista y conocimiento. Trabajos que se complementarán con la realización de unas jornadas de puertas abiertas para dar a conocer las excavaciones a todas las personas interesadas y diferentes actos públicos (conferencia, exposición…) en los que presentar los resultados finales de esta actuación.



CONCLUSIONES


Sin duda, las numerosas fortificaciones y demás obras defensivas que hoy en día se conservan  integradas en el paisaje constituyen  las huellas más evidentes del pasado bélico vivido en el municipio. Un pasado que debe ser conocido y analizado, sobre el que se debe reflexionar de manera sosegada, y del que pueden sacarse grandes enseñanzas para el presente y para el futuro. 


Después de 80 años, parece que estos vestigios históricos comienzan a tener la consideración que merecen. El interés que despiertan es cada vez mayor, y son muchas las personas que desean visitarlos y conocer su historia. Un buen ejemplo de todo ello lo representa la buena respuesta que acostumbran a tener las rutas y visitas guiadas que la Asociación Histórico-Cultural Cierzo viene realizando desde el año 2012 para conocer las fortificaciones más importantes y emblemáticas que se conservan en el municipio, tales como la Dehesa de Navalcarbón, La Marazuela, el Arroyo de la Retorna, el Vértice Cumbre, el Arroyo de La Puentecilla o la Posición Rubio. Algunas de estas actividades forman ya parte habitual de la programación cultural de Las Rozas, con un notable éxito de asistencia, y son también varios los centros educativos del municipio que se han interesado y han participado en las mismas.

 Ruta guiada por La Marazuela (Asociación Histórico-Cultural Cierzo, febrero de 2016)



 Ruta guiada por La Puentecilla (Asociación Histórico-Cultural Cierzo, abril del 2017)



 Charla a los alumnos de primaria sobre las consecuencias que la guerra tuvo para el pueblo de Las Rozas de Madrid (Asociación Histórico-Cultural Cierzo, noviembre del 2016)

 Visita guiada de alumnos de secundaria a las fortificaciones de la Dehesa de Navalcarbón (mayo de 2017)


Todo ello confirma el potencial cultural que tiene Las Rozas de Madrid en todo lo referente a arquitectura defensiva de la Guerra Civil. Confiamos en que la actuación que se va a llevar a cabo en la Dehesa de Navalcarbón contribuya a consolidar lo realizado hasta la fecha y sirva para seguir impulsando nuevos proyectos e iniciativas. Para ello, creemos que las futuras actuaciones arqueológicas (tanto públicas como privadas) que se vayan desarrollando en el municipio deben de ir consolidando un proyecto serio y global que, a través de una buena gestión y planificación, sirva para el conocimiento, revalorización y protección, tanto de los vestigios históricos, como de los entornos naturales y urbanos en los que éste se encuentra integrado, incrementando así la riqueza cultural del municipio y perseverando en la idea de que el patrimonio histórico  constituye un bien colectivo que compartimos las generaciones presentes con las que nos han precedido y con las que vendrán después de nosotros, siendo responsabilidad y derecho del conjunto de la sociedad su protección, mantenimiento y disfrute.


Desde Frente de Batalla seguiremos trabajando por todo ello.