viernes, 19 de diciembre de 2008

5) Juegos de guerra





JUEGOS DE GUERRA

Los jardines de la iglesia siempre fueron un lugar perfecto para jugar (al menos cuando los niños jugaban en la calle). A veces nos gustaba jugar a la guerra (con armas de juguete o a pedrada limpia, dependía del día) sin sospechar que, algunas décadas antes, en ese mismo lugar, había habido una batalla de verdad.

A principios de los ochenta el proceso de modernización de Las Rozas era ya una realidad. Un día llegaron las maquinas excavadoras y comenzaron unas obras que pusieron todo patas arriba. Había que reformar el alcantarillado, las conducciones de agua y luz y, por fin, asfaltar las calles. Se abrieron profundas zanjas, se talaron varios árboles y, durante bastante tiempo, los vecinos tuvieron que convivir con las aparatosas obras.

Un día sucedió algo que llamó la atención a propios y extraños. Una de las palas excavadora había topado con dos obuses de la guerra civil en los jardines de la iglesia. Los obreros pararon las obras, vinieron la guardia civil y la policía local y todo se lleno de curiosos, aunque la verdad es que no se podía ver nada porque los agentes no dejaban acercarse.

¡Bombas de la guerra! ¡Menuda emoción! Para un lugar donde nunca pasaba nada la noticia era más que excitante. Al menos a mi me lo pareció.

Comenzaron entonces a escucharse historias: “que la iglesia había sido destruida en la guerra”, “que en su torre se había instalado un nido de ametralladoras”, “que las obras de reconstrucción habían tardado muchos años en concluir, porque el estado en que había quedado el edificio era una ruina total”, “que si patín, que si patatán”…

Efectivamente, la parroquia de San Miguel Arcángel, como todo el pueblo de Las Rozas, había sido escenario de duros combates en el, ya lejano, invierno de 1937. Su condición de edificio recio y robusto, así como su situación dominante del entorno, provocaron que la iglesia se convirtiera en un disputado bastión defensivo.

En enero de 1937, el sector de frente comprendido entre Valdemorillo y Majadahonda estaba cubierto por la 8ª División republicana, al mando de Kléber (que el día 3 será sustituido en el propio terreno por el comandante Eduardo Cuevas). Especie de hibrido entre milicia popular y ejército profesional, esta División se había creado sobre la marcha de los combates de noviembre y diciembre. Algunas de sus brigadas estaban todavía en formación, otras como la XXXV Brigada Mixta (antigua Columna Barceló, ahora al mando del italiano Nino Nanetti) o la XI Brigada Internacional (al mando de Hans Kahle) contaban con poco armamento y menos munición.

El 3 de enero, el general Orgaz ostenta el mando supremo de las tropas franquistas. La tercera y última fase de la Batalla de la Carretera de La Coruña va a dar comienzo. Cuatro columnas franquistas rompen la línea de frente, abriendo una bolsa de 7 Km de largo por 8 de profundidad. El día 4, dos de estas columnas atacaron Las Rozas: la de Iruretagoyena, que avanzaba desde Villanueva del Pardillo, y la de Barrón, que lo hacía desde Majadahonda. El mando republicano envía desesperadamente refuerzos. La Brigada E, al mando del Campesino, acude a Las Rozas. Sus hombres quedaran aislados en el interior del pueblo, resistiendo con decisión el ataque enemigo pero perdiendo finalmente sus posiciones.

Días después, los contraataques republicanos de la XII y XIV Brigadas Internacionales, apoyados por carros T-26, intentarían reconquistar Las Rozas y Majadahonda, pero chocaron con la tenacidad de las tropas de Iruretagoyena (africanas en su mayoría) que no cedieron la posición y aguantaron con decisión y valor el contundente ataque del enemigo.

Jornadas de duros combates, de frío de enero, de bombas de mano y bayonetas caladas. Jornadas de sangre y escombros.

Los estragos de la guerra dejaron su huella por todo el pueblo. La iglesia se vio especialmente dañada, hasta el punto de que cuando se procedió a su reconstrucción, se decidió tirar lo que quedaba de torre y levantarla de nuevo.

En los mismos jardines en que los niños jugábamos a la guerra en los años ochenta, habían caído, muertos y heridos, docenas de combatientes en una batalla de verdad. Una batalla casi olvidada pero que el descubrimiento de aquellos proyectiles volvió a traer al presente. Jugar a la guerra en los jardines de la iglesia no volvió a ser lo mismo.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía 1: La iglesia de San Miguel tal como quedó tras los estragos de la guerra (AGA)
Fotografía 2: La iglesia de San Miguel tras la demolición de la torre, antes de comenzar su reconstrucción, 1940 (AGA).
Fotografía 3: La iglesia de San Miguel en la actualidad (2008, JMCM)

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