sábado, 27 de febrero de 2010

72) Análisis y reflexiones de Vicente Rojo


ANÁLISIS Y REFLEXIONES DE VICENTE ROJO

En noviembre de 1936, con las columnas franquistas a punto de iniciar el asalto a Madrid, el entonces teniente coronel, don Vicente Rojo Lluch, fue nombrado jefe del Estado Mayor de la Defensa (al mando del general don José Miaja Menant), asumiendo dirigir la resistencia de una ciudad que muchos consideraban indefendible.

Los planes de defensa proyectados por Rojo resultaron eficaces. Madrid no cayó y su prestigio aumentó paulatinamente, convirtiéndose en una de las figuras más destacadas del Ejército Popular de la República, en cuya organización jugó un papel de primer orden. Como estratega destacó en la planificación y preparación de algunas de las operaciones militares más importantes de la guerra civil española (Brunete, Belchite, Teruel, El Ebro…). En marzo de 1937 ascendió al grado de coronel, y en mayo del mismo año, el gobierno Negrín le nombró jefe del Estado Mayor Central de las Fuerzas Armadas y jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, ascendiéndolo a general en octubre de 1937.

Finalizada la guerra, Vicente Rojo partió al exilio, pasando por Francia, Argentina y Bolivia. Entre 1943 y 1945, dirigió la cátedra de Historia Militar y Arte de la Guerra en la Escuela de Estado Mayor de Bolivia, recibiendo importantes reconocimientos y galardones.

En 1957 decidió volver a España, donde fue juzgado por el delito de “Auxilio a la Rebelión” y condenado a treinta años de prisión, aunque sería indultado al año siguiente. Vicente Rojo vivió el resto de su vida privado de derechos civiles y completamente inhabilitado en su carrera militar, falleciendo en Madrid el 15 de junio de 1966.

De profundas convicciones católicas, mostró en todo momento una inquebrantable lealtad a la República. Vicente Rojo es, sin ninguna duda, uno de los militares españoles más importantes y prestigiosos del siglo XX. Escribió una serie de libros en los que recogió sus experiencias y reflexiones, que hoy en día constituyen referencias imprescindibles para el estudio de la guerra civil española: ¡Alerta los pueblos! (1939), ¡España heroica! (1961) y Así fue la defensa de Madrid (1967). De este último libro, hemos sacado una serie de interesantes análisis sobre la batalla de la carretera de La Coruña.

En el capítulo 5 de dicho libro, Vicente Rojo analiza el Ataque Indirecto a la capital y las maniobras enemigas contra el ala derecha de la defensa. Según señala, a finales de noviembre de 1936, los defensores ignoraban si Franco y sus generales habían renunciado realmente al ataque directo a Madrid, pero se temía que éstos decidieran llevar la acción a campo abierto, “donde su aptitud y posibilidades eran muy superiores a las nuestras, y en la que también era limitada nuestra capacidad de resistencia.”

Al analizar la primera fase de la batalla, la iniciada el 29 de noviembre en el sector de Húmera-Pozuelo de Alarcón, Rojo señala:

“Se caracterizó esta fase por su simplicidad, por la crudeza de la lucha y por su rápido y rotundo fracaso, ya que el ataque se estrelló sin alcanzar el objetivo que se había propuesto.(…) La defensa acudió prontamente a sus puestos de combate, batiéndose en las posiciones situadas al sur de Húmera y Pozuelo, organizadas fuertemente para resistir a todo trance.

La calidad de esas posiciones, naturalmente fuertes, y el ardor con que se batieron nuestras milicias, que no habían sido víctimas de la sorpresa, permitió, juntamente con enérgicos contraataques muy bien apoyados por la masa artillera de la defensa de Madrid, que el enemigo no lograse pasar del cementerio de Pozuelo, ni ocupar Húmera, sufriendo gran número de bajas.

El ataque no había sorprendido al Comando porque nuestra red de observación había acusado la llegada de fuerzas al sector, los movimientos que se llevaban a cabo en la retaguardia orientados hacia esa zona y la dislocación de unidades en su despliegue, incluso de la Artillería.

(…) Desde las primeras jornadas, la lucha fue durísima por la potencia del ataque y el apoyo artillero y aéreo, pero solo en pequeños trozos de frente y en objetivos intrascendentes, el asaltante lograba aplastar la defensa que se reconstruía rápidamente. A la Infantería correspondió llevar a cabo una resistencia tenacísima: resistir de esta manera y contraatacar sistemáticamente, fueron las ideas matrices con que nos condujimos; y favorecía su realización el terreno ondulado y relativamente bien organizado en que nos apoyábamos. La Artillería de la defensa, sólo con leves alteraciones de algunos asentamientos, pudo apoyarnos muy eficazmente y contrarrestar a los Carros de combate.

La simplicidad de nuestra maniobra, como acaba de verse, no podía ser mayor. Sistemáticamente habíamos renunciado a las “segundas posiciones” de que el combatiente pudiera tener referencias, para que no le sedujese instintivamente la idea de ampararse en ellas.

Tales sistemas de posiciones pueden ser correctos en campo abierto, pero en la defensa de Madrid los juzgábamos inadmisibles. Opuestamente interesaba mantener despierto el espíritu de reacción por el contraataque. Gracias a ello se realizaron con frecuencia, y en muchos casos con eficacia.

(…) En fin, ya fuera por falta de reservas del atacante o por el vigor la defensa, lo cierto es que los días uno o dos de diciembre podía considerarse fracasado el nuevo ataque enemigo, aunque la lucha continuara algunos días más.”

En el análisis que Vicente Rojo realiza en su libro sobre la segunda fase de la batalla, iniciada a mediados de diciembre en el sector de Boadilla del Monte, podemos leer:

“Naturalmente, los defensores desconocíamos entonces los propósitos del adversario, la trascendencia que pudiera atribuir a su maniobra y la potencialidad que iban a aplicar a ella. Fueron las realidades de la propia lucha las que nos harían comprender la magnitud del peligro que iba a pesar sobre la totalidad del frente defensivo, en el largo mes que tuvo de duración la maniobra que vamos a examinar.

(…) Aun a sabiendas de que no bastaría, la consigna dada a las guarniciones atacadas fue la misma que en la fase anterior: Resistir y contraatacar: Era simple. Tal vez rutinaria expresión de que no teníamos una visión clara del problema táctico que acababa de ser planteado; pero considerábamos muy peligroso montar a ciegas una reacción maniobrando con reservas, cuya capacidad de acción en campo abierto se estimaba muy dudosa.

(…) Nuestro esfuerzo de resistencia solo podía hacerse muy localizadamente. Desde el comienzo de la batalla de Madrid esa porción del frente de maniobra estuvo muy descuidada en cuanto a fuerzas y fortificaciones, por el hecho de que todo el esfuerzo del atacante se había aplicado íntegramente y en forma directa sobre la capital.

Nuestra organización defensiva era allí defectuosa e incompleta. Se trataba de un sistema de caseríos sin conexión; de algún punto orográficamente fuerte, pero fortificado a la ligera, y de algunas manchas de bosque, utilizables para apoyar la resistencia (…) Nuestras tropas en ese frente eran escasas y poco selectas en razón de que hasta entonces lo mejor se había empeñado en el frente de la capital, y de que se trataba de una zona relativamente pasiva desde el 6 de noviembre.

(…) Las jornadas más duras fueron las comprendidas entre los días 15 y 22, que corresponden a la pérdida de ese poblado y a los contraataques que le siguieron.”

El 3 de enero de 1937 comienza el tercer y definitivo intento de las tropas nacionales por alcanzar la carretera de La Coruña. De aquellos días, Rojo escribe:

“Cuando el ataque había llegado a un punto de culminación con la ocupación de Las Rozas, se produjo en la defensa una grave crisis, que sin duda no pudo apreciar el atacante por la forma regularizada con que se conducía (un tanto a despecho de las variables posibilidades de la defensa) necesariamente cauteloso.

Prácticamente había quedado desarticulado nuestro Sistema de Fuerzas; en algunos lugares nuestras tropas se desplegaban desordenadamente, y sólo por la energía de algunos jefes se pudo rehacer eventualmente aquel sistema.

(…) También es cierto que en ese tiempo nuestra situación llegó a ser angustiosa en cuanto a las posibilidades para alimentar la lucha. No había transcurrido en balde dos meses de combate incesante. Nuestras reservas de municiones estaban prácticamente agotadas. Para relevar a las tropas desgastadas aquellos días algunas unidades de reserva entraron en línea con la modesta dotación de 20 cartuchos por plaza, y órdenes severísimas de restringir el consumo al máximo.”

Hasta aquí, unos simples retazos del libro “Así fue la defensa de Madrid”. No queremos extendernos más en este blog. Animamos, a todo aquel que desee profundizar en el estudio o conocimiento de la guerra civil española, a la lectura de los libros escritos por el general Vicente Rojo.

Para quienes quieran conocer más sobre su vida, recomendamos los siguientes títulos: “Vicente Rojo. Retrato de un general republicano”, escrito por su nieto, J. A. Rojo (Tusquets, 2006); “Vicente Rojo, el general que humilló a Franco”, de C. Blanco Escolá (Planeta, 2003) o “General Vicente Rojo: mi verdad”, escrito por J. Fernández López y prologado por G. Cardona (Mira Editores, 2004).

Despedimos este apartado con la reflexión que Vicente Rojo realiza en la introducción de “Así fue la defensa de Madrid”:

“Confío que venideras generaciones, algún día, cuando se haya restaurado insensiblemente el sentido de la fraternidad, hija legítima del mandato divino de amor al prójimo, sabrán sin que nadie se lo explique ni se lo imponga, que hay que descubrirse ante todos los muertos y rezar por todos los muertos de aquella magna guerra española, en la que todos, engañados o no, se batieron abnegadamente, y porque todos lucharon por una España mejor, más digna, más culta y más libre.”

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

martes, 23 de febrero de 2010

71) Algo se mueve en Pozuelo


ALGO SE MUEVE EN POZUELO

El noroeste madrileño: una serie de municipios que en las últimas décadas han experimentado un espectacular crecimiento. Pero un crecimiento y un desarrollo de espaldas a su Pasado, a su Historia, a su Identidad,

A golpe de plan urbanístico, recalificación de terrenos, ladrillo, hormigón y asfalto, estos pueblos parecen haber terminado renunciando a su personalidad, a su memoria. La fiebre constructora de muchos ayuntamientos se ha llevado por delante todo lo que ha pillado a su paso, sin atender a otros intereses que los del dinero fácil y rápido.

Especulación, corrupción, vulgaridad, amnesia… camuflado todo ello en una ordinaria escenografía, en una especie de chabacano decorado formado por clónicas urbanizaciones, rotondas ajardinadas, centros comerciales, proyectos absurdos y despilfarro a mansalva.

Un asco de realidad en la que todo es igual a todo, como si los diferentes pueblos del noroeste hubieran sido cortados por el mismo patrón, un patrón tedioso y alienante.

Sin embargo, de vez en cuando, aquí y allá, aparecen discordancias que desentonan con el patético y aburrido escenario de cartón piedra al que nos tienen acostumbrados por estos lares.

Afortunadamente, aun hay gente que intenta dar salida a inquietudes y proyectos, que procura buscar alternativas, presentar y desarrollar ideas propias, reinventar su tiempo de ocio y plantear un Presente que tenga en cuenta el Pasado del que venimos, única manera de poder entender el momento que nos ha tocado vivir.

En este mes de febrero de 2010, la Asociación Cultural Potemkin, de Pozuelo de Alarcón, ha tenido la atrevida idea de organizar, en el Centro Cívico Cultural “El Foro” , una exposición fotográfica sobre la guerra civil en el noroeste de Madrid. A través de una cuidada selección de imágenes, muchas personas han podido encontrarse con esta página de nuestra Historia reciente.

Dicha exposición se clausuró, el pasado viernes 19 de febrero, con una charla-debate sobre la contienda en el noroeste de Madrid y las fortificaciones existentes en la zona. Los ponentes fueron:

-Ricardo Castellano (Colectivo Guadarrama), que habló, desde su experiencia y metodología, sobre la historia de las fortificaciones, su evolución y necesaria preservación.

-Juan Manuel Riesgo (Catedrático de Historia Contemporánea), que hizo una interesante lectura de un relato de Manuel Montilla, combatiente republicano en la batalla de Pozuelo (noviembre 1936).

-Javier M. Calvo Martínez (Blog “Frente de Batalla”), que realizó una pequeña exposición sobre la batalla de la carretera de La Coruña (nov. 36/ene. 37).

Desde este blog queremos dar las gracias a todos los asistentes y transmitir nuestra enhorabuena a la Asociación Potemkin por tan interesante iniciativa. Esperamos que, a pesar de las múltiples dificultades con las que suelen encontrarse todas las ideas que se salen de la norma oficial, encuentren la manera de poder seguir desarrollando sus proyectos e inquietudes, contribuyendo a enriquecer el monolítico panorama cultural del noroeste madrileño.

"PROYECTO FRENTE DE BATALLA"

Fotografías: Dos perspectivas del acto de clausura celebrado el 19 de febrero de 2010, en el Foro de Pozuelo.

martes, 16 de febrero de 2010

70) Ganar la iniciativa


GANAR LA INICIATIVA

A finales de noviembre de 1936, la situación sigue siendo muy difícil para los defensores de Madrid, pero un nuevo espíritu comienza a manifestarse. La ciudad no ha caído, después de más de quince días de combates ininterrumpidos, Madrid, contra todo pronóstico, resiste.

El día 23 de noviembre, los nacionales, tras reunirse Franco con sus generales en Leganés, han decidido suspender el ataque directo a la capital y trasladar los combates al flanco izquierdo de su dispositivo. El objetivo es ocupar Pozuelo y Aravaca para alcanzar la carretera de La Coruña, ocupando las alturas de la Cuesta de las Perdices y aliviar la delicada situación en que se encuentran sus vanguardias en la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria.

El 29 de noviembre comienza el ataque dirigido por el general Varela, pero las tres columnas nacionales (Bartomeu, Siro Alonso y Gavilán) son frenadas frente a Pozuelo, desgastándose durante varios días en una lucha estéril y sin mayores resultados.

Los legionarios y regulares de Varela se ven enmarañados entre las ruinas de la Colonia de la Paz, el cementerio de Pozuelo y el edificio del sanatorio de Bellas Vistas, frente a Húmera. Los hombres de la III Brigada Mixta, comandada por José María Galán, castigan eficazmente a sus adversarios, aunque eso sí, a costa de un enorme desgaste.

Las cosas se complican día a día para las tropas de Franco. En la Ciudad Universitaria y muy especialmente en el Hospital Clínico, la situación es crítica. Sólo un férreo espíritu combativo parece mantener estas posiciones. Las tropas de la Casa de Campo ven seriamente amenazados sus flancos, una amenaza que se extiende a la carretera de Extremadura y que puede suponer un peligroso envolvimiento por parte del enemigo. La operación desarrollada en Pozuelo para mejorar esta situación ha sido neutralizada, sus tropas son incapaces de seguir avanzando.

El Alto Mando republicano ve la ocasión de pasar a la acción. Es el momento de ganar la iniciativa. Hay que golpear en los puntos débiles del enemigo, que por otra parte, son también los más peligrosos para los defensores de Madrid. El día 1 de diciembre, mientras la III Brigada Mixta resiste a costa de muchas bajas en el sector de Pozuelo (ese día su jefe, J. M. Galán resultaría herido en los combates), se ordena el ataque al Garabitas, verdadera atalaya natural de la Casa de Campo que, desde el 9 de noviembre permanecía en poder de los nacionales, convertido en un poderoso bastión de combate y en uno de los más importantes observatorios de la artillería que diariamente castiga a Madrid.

A la vez, y como complemento de esta acción, se proyecta otro ataque sobre el Cementerio de Empleados, también en la Casa de Campo y se ordena presionar con fuerza sobre la Ciudad Universitaria. Sobre estos ataques, Martínez Bande dice:

“El espíritu ofensivo-defensivo del general Miaja y el teniente coronel Rojo se mostró aquí inmediatamente, dando para el día 1 de diciembre una orden, en la cual y bajo el mando conjunto del teniente coronel Carlos Romero, dos fuerzas deberían atacar la Casa de Campo desde el Norte y el Este: la del comandante Vega en dirección Cementerio y la Brigada X, del comandante Palacios, sobre Garabitas; a la vez que tropas del teniente coronel Ortega (Brigada Y) presionarían sobre el Hospital Clínico.

El ataque, en el que tomó parte un buen número de baterías y un tren blindado, fracasó. Las unidades de Palacios, reforzadas con algún batallón de la XII Brigada Internacional, pusieron pie en la llamada Casa Quemada, retrocediendo luego, y las fuerzas de Vega alcanzaron el Cementerio, pero teniendo que abandonarlo en la misma jornada. Hubo bastantes bajas.” (J. M. Martínez Bande. “La lucha en torno a Madrid”, Edt. San Martín, Madrid, 1984, p. 49).

Los republicanos lo intentan, pero chocan con una tenaz resistencia de las tropas nacionales que, una vez más, demuestran una enorme capacidad para defender sus posiciones a toda costa. Jornada a jornada, la guerra se muestra más fiera en el frente de Madrid, produciéndose numerosos episodios heroicos en uno y otro ejército. Sobre la dureza de los combates del 1 de diciembre en la Casa de Campo, Jorge M. Reverte escribe:

“El ataque republicano sobre Casa Quemada y Garabitas, en la zona ocupada por la columna Bartomeu, es de una violencia extrema. La artillería hace una preparación de once horas sobre las posiciones carlistas de Casa Quemada, donde una sección de avanzada del tercio de requetés de El Alcazar aguanta horas de bombardeo. No queda vivo ninguno de sus miembros. Pero han ganado el tiempo suficiente para que las tropas de reserva suturen la posible ruptura del frente.” (Reverte, J. M. "La Batalla de Madrid", Crítica, Barcelona, 2004, p. 383)

En los ataques de la Casa de Campo, morirán dos de los más populares brigadistas: los alemanes Hans Beimler y Louis Schuster, integrados en la XII Brigada Internacional. Beimler había sido diputado comunista en el Reichstag, hasta el ascenso del nazismo, momento en que fue confinado en el campo de concentración de Dacahau, de donde logró escapar poco antes de la fecha de su ejecución. Fue de los primeros brigadistas que llegaron a España, convirtiéndose en comisario político del batallón Thälman. Su nombre acabó dando nombre a otro batallón de la XI Brigada Internacional (formado por escandinavos, alemanes y catalanes).

El día 2 de diciembre Miaja manda a sus tropas mantenerse a la defensiva en espera de poder reanudar los ataques de la jornada anterior. A la vez, se ordena organizar urgentemente una fuerte línea de resistencia apoyada en las organizaciones existentes al Oeste y Norte de Casa Quemada, linderos al Sur de la Estación de Pozuelo y Cerro Gansino. Detrás de esta línea se establecería una segunda que asegurara el control de la carretera de La Coruña.

Los combates no cesan en el Oeste de Madrid. Ataque, contraataque, una y otra vez, sin pausa ni tregua. Un constante desgaste de tropas embebidas en luchas sin cuartel. El frente de Madrid se hace cada día más duro y sólido. Un frente de trincheras encharcadas, de laberínticas ruinas, de soldados embarrados, de cadáveres abandonados en la tierra de nadie. Combates en las espesuras de la Casa de Campo, en las rampas del Parque del Oeste, en las edificaciones de la Universitaria, entre las ruinas de Pozuelo…

Combatir y organizar. Luchar y resistir. Atacar y defender… Hay que ganar la iniciativa, evitar que el enemigo se crezca. Neutralizar los golpes recibidos y reaccionar con contundencia. Así se combatía en Madrid en los últimos días de 1936, sin pausa, sin tregua y sin piedad.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía: Restos del antiguo Cementerio de Empleados (Casa de Campo) en la actualidad (JMCM)

lunes, 8 de febrero de 2010

69) Ubi Sunt


UBI SUNT

El “Ubi Sunt”, que literalmente significa “¿Dónde están?, constituyó un estilo literario muy utilizado durante la Baja Edad Media. Los orígenes de esta tradición son remotos, encontrando diversas referencias suyas en textos de la Antigüedad Clásica.

En esencia, el ubi sunt consistía en interrogarse por el destino de las cosas. Para ello se solía pasar revista a importantes acontecimientos del Pasado, a grandes personajes de la Historia y sus hazañas, preguntándose que había quedado de todo aquello.

La pregunta quedaba en el aire, sin encontrar respuesta. Se pretendía así causar un efecto psicológico sobre el receptor. La ausencia de contestación pretendía evidenciar la caducidad de las cosas terrenales. La fugacidad de la vida y lo relativo que acaba resultando todo lo concerniente al ser humano: la fama, la gloria, los sentimientos, las pasiones… La certeza de que todo se acaba, de que nada es eterno. La seguridad de que el olvido lo acaba envolviendo todo.

En la literatura en lengua castellana contamos con varios ejemplos (Cancionero de Baena, el Arcipreste de Hita…), pero sin duda, el caso más emblemático y significativo, lo representa Jorge Manrique con sus “Coplas a la muerte de su padre” (1477), en donde, desde la copla 16 a la 22, el ubi sunt aparece de forma clara:

¿Qué se hizo el rey don Juan?

Los Infantes de Aragón,

¿qué se hizieron?

¿Qué fue de tanto galán?

¿Qué fue de tanta invención

como traxieron?


¿Qué se hicieron las damas,

sus tocados, sus vestidos,

sus olores?

¿Qué se hizieron las llamas

de los fuegos encendidos

de amadores?


Diferentes autores han recuperado esta tradición a lo largo de la Historia, actualizándola y adaptándola a su tiempo, como Jorge Luís Borges, que la recoge en alguno de sus poemas:

Dónde están los que salieron

a libertar las naciones

o afrontaron en el Sur

las lanzas de los malones?

Dónde están los que a la guerra

marchaban en batallones?

Dónde están los que morían

en otras revoluciones?

(J. L. Borges, “¿Dónde se habrán ido?”)

También el rock and roll ha echado mano del ubi sunt, y en nuestro país podemos encontrar ejemplos como alguna estrofa de la canción de Loquillo y los Trogloditas "¿Dónde estabas tú en el 77?", o el tema del grupo 091 "¿Qué fue del siglo XX?", cuya letra entera es un ubi sunt en estado puro.

El interés que desde hace tiempo me suscita la guerra civil me ha hecho reflexionar muchas veces sobre ésta desde la perspectiva del ubi sunt, haciéndome la inevitable pregunta, ¿Qué ha quedado de todo aquello?

¿Qué fue de las ideas que impulsaron a los unos y a los otros a matarse por defenderlas? ¿Quién se acuerda de los que se vieron inmersos en esa tragedia? ¿Dónde fueron a parar sus miedos, sus deseos, sus emociones, pasiones y penas?

He visto los antiguos campos de batalla repletos de escombros y desperdicios. He paseado entre trincheras casi desaparecidas. He visitado fortines ruinosos y he encontrado restos de aquellos días (balas, metralla…), que mucha gente ve como simple chatarra.

Cada bando enfrentado creó su propia épica y mitología: las milicias del pueblo, los novios de la Muerte, los poetas recitando en los frentes, los asaltos a la bayoneta, los dinamiteros que a cuerpo se enfrentaban a los carros de combate, la guerra de minas…

Lugares que durante mucho tiempo sonaron a guerra: el Vértice Cumbre, la Posición Rubio, Casa Camorra, Bar Anita, Romanillos, el Mosquito, la Bellota, castillo de Villafranca, la Loma Fortificada y la Artillera, Palacio de Boadilla, cementerio de Pozuelo

Unidades de combate cuyos nombres se van olvidando: el Batallón Thaelman, la IV Bandera de la Legión, el Comuna de París, el VI Tabor de Tetuán, la Columna Barceló, la 111ª Brigada Mixta, la 20 División Nacional…

Y protagonistas de aquellos lejanos días. Conocidos unos: Varela, Vicente Rojo, Barrón, Iruretagoyena, Lister, Mera, Asensio, Miaja, Hans, Buruaga, García Escámez, Durán, Kleber… aunque anónimos y desconocidos la inmensa mayoría de ellos.

¿Qué quedo de aquello? ¿Para qué sirvió? ¿Quién lo recuerda? ¿Dónde están?

Dicen que la memoria es el antídoto contra el olvido, pero el olvido, el paso del tiempo, acostumbran a mostrarse implacables, inexorables y crueles con esa memoria, hasta que terminan por hacerla desaparecer del todo, o casi del todo.

JAVIER M. CALVO MARTÍNEZ

Fotografía: Restos de munición encontrada en una trinchera republicana en Las Rozas (JMCM)